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Un marco normativo para convivir con los robots
Lun, 27/02/2017 - 08:35

Héctor Casanueva

Europa y las migraciones: una paradoja
Héctor Casanueva

Héctor Casanueva es profesor e investigador en Historia y Prospectiva de la Universidad de Alcalá de Henares, director del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia y ex embajador de Chile.

El Parlamento Europeo acaba de aprobar una Resolución que pide a la Comisión Europea elaborar una propuesta de directiva sobre robótica e inteligencia artificial (IA). La Resolución, que se venía preparando desde hace casi dos años, se fundamenta en el rápido desarrollo de este sector con un creciente impacto en la economía, la investigación, la seguridad, la protección de datos, y efectos en la relación en general con las personas, que derivarán de la convivencia en un futuro cercano con robots y androides que cumplirán las más variadas tareas.

El parlamento comunitario da a sí un paso anticipatorio muy importante, que marcará la pauta para legislaciones nacionales en muchas partes del mundo.

En este contexto, se contemplan las cuestiones éticas, consecuencias jurídicas, económicas, sociales, educativas, del uso de robots y de sistemas de IA en la producción de bienes y servicios, incluso en la medicina preventiva y curativa. Hay una atención especial a temas como transporte en coches sin conductor, el uso de androides para cuidado de ancianos, labores domésticas y de compañía, una deontología en la investigación y desarrollo del sector, la pérdida de empleos por la automatización progresiva de procesos productivos.

Se proponen cosas muy concretas: primero que todo, definir claramente qué se entiende por “robot”, considerando los diferentes tipos de robots según su grado de autonomía y capacidad de “autoaprendizaje”, en cuanto máquinas físicas equipadas con sensores e interconectadas, capaces de recolectar y/o intercambiar datos y de adaptar su comportamiento a su entorno. Enseguida, la idea es la creación de una Agencia Europea de Robótica e Inteligencia Artificial que asesore, promueva y regule su evolución; crear un sistema y un fondo de indemnizaciones por daños causados por accidentes atribuidos a máquinas o robots; un código de conducta para su fabricación (muy en línea con las tres leyes de Asimov) y para la inter-relación con los humanos; la creación de una personalidad jurídica específica para los robots inteligentes como “persona electrónica”, con derechos y obligaciones que faciliten la determinación de responsabilidades, en caso de causar daños.

Entra asimismo en cuestiones muy específicas y muy relevantes a la vez, como por ejemplo que los robots deben tener un botón de desconexión de emergencia para ser desactivados en caso de no estar cumpliendo lo programado o resultar amenazadores; que debe haber un registro de robots; la necesidad de la cooperación internacional; o prevenir efectos indeseables en términos de conexión emocional humano-androides.

En cuanto a la relación con el empleo, hay informes que señalan que junto con la posible pérdida de puestos de trabajo que trae consigo la automatización y robotización en la producción y los servicios, habrá una creciente oferta de nuevos empleos en el sector de la economía digital, que incluso no se llegarían a cubrir, generándose incluso una escasez de trabajadores calificados que alcanzaría al 2020 unos 825.000 empleos no cubiertos. Incluso, se señala que hasta el 90% de los empleos futuros tendrán a lo menos un componente de destrezas digitales. Pero no obstante ello, habrá una fuerza de trabajo no empleada que deberá reconvertirse o que derechamente no logrará entrar en el sistema. Por ello, cabe destacar que un aspecto central de la propuesta del Parlamento es que se hace cargo de las previsibles pérdidas o desplazamiento de empleos y los efectos en las pensiones, para lo cual se propone que los robots paguen impuestos y aporten a la seguridad social, con lo cual sería posible contar con el financiamiento tanto de un sistema de “Salario Básico Universal” que de cobertura a todos los ciudadanos sin empleo (permanente, no como seguro de desempleo), como asimismo para asegurar las pensiones. Esto tiene bastante lógica, pues si los robots por un lado desplazarán empleos, y por otro aumentarán la productividad del trabajo, podrán generar ganancias susceptibles de apoyar con impuestos y cotizaciones previsionales los sistemas de protección social del futuro. Stephen Hawkins y un grupo de intelectuales alertaron hace un tiempo sobre las consecuencias de no regular el desarrollo de la IA. Recientemente, Bill Gates se ha pronunciado sobre la aplicación de impuestos a los robots, hay informes de organismos internacionales y países que están legislando o están probando sistemas de protección social basados en estos elementos.

Sin duda es un tema en evolución, que ocupa principalmente a los países avanzados, pero debido a la permeabilidad que trajo la globalización, cada vez más los sistemas de IA y la robótica están llegando a los países en vías de desarrollo, las economías emergentes e incluso a los menos adelantados, de manera que los legisladores deberían en todas partes estar atentos a ello, y los organismos internacionales ocuparse de su tratamiento.