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Una reunión Peña-Trump: ¿como para qué?
Mié, 28/02/2018 - 08:37

Pascal Beltrán del Río

Elección 2012: el qué y el cómo
Pascal Beltrán del Río

Pascal Beltrán del Río Martin es periodista mexicano, ha ganado dos veces el Premio Nacional de Periodismo de México en la categoría de entrevista, en las ediciones 2003 y 2007. En 1986 ingresó en la entonces Escuela Nacional de Estudios Profesionales Acatlán de la Universidad Nacional Autónoma de México, donde se licenció en Periodismo y Comunicación Colectiva. De 1988 a 2003 trabajó en la revista Proceso; durante este tiempo publicó el libro Michoacán, ni un paso atrás (1993) y fue corresponsal en la ciudad de Washington, D.C. (1994-99), además de Subdirector de Información (2001-2003). Fue dos veces enviado especial en Asia Central y Medio Oriente, donde cubrió las repercusiones de los atentados terroristas de septiembre de 2001 y la invasión de Irak.

Quiero imaginar que buscar una reunión en la Casa Blanca entre los presidentes Enrique Peña Nieto y Donald Trump tenía la finalidad, para los equipos de uno y otro, de significar un cierre con broche de oro a las tensas y dificultosas negociaciones para “modernizar” el Tratado de Libre Comercio de América del Norte.

Lo digo por descarte, pues de otro modo no entiendo para qué dedicar tanta energía (y tanto protagonismo) a organizar una cumbre que, según se pretendía, tendría lugar a lo largo de dos días, con reuniones en la Casa Blanca y Campo David, una suerte de visita de Estado sin ser tal.

De otro modo sería imposible de entender, pues ambos mandatarios —quizá más Peña Nieto que Trump— corrían un altísimo riesgo al presentarse ante los medios de comunicación.

Un exabrupto de Trump, como los que suele hacer él, podría subrayar la fragilidad del mexicano frente al bully estadunidense, como bien describió The Washington Post en su nota del fin de semana sobre la conversación que sostuvieron ambos el martes pasado.

Pero Trump también podría sufrir una humillación si Peña Nieto reiteraba en público la negativa de México de pagar por el muro fronterizo que el estadunidense ha prometido construir y cobrar al vecino del sur.

Se trata de dos presidentes con bajos niveles de popularidad —peor Peña Nietoque Trump—, cuya reunión convocaría, sobre todo, los ojos morbosos para constatar que la relación entre ambos personajes y, peor aún, entre ambos gobiernos y ambos países, va mal porque no tiene por qué ir bien.

A la hora de escribir estas líneas, ni en Washington ni en la Ciudad de México alguien había desmentido la versión del Post de que Peña Nieto había cancelado una reunión con Trump —por segunda vez, porque esto ya se había dado en enero del año pasado—, luego de que el inquilino de la Casa Blanca había “perdido la paciencia” cuando Peña Nieto buscó algún tipo de garantía de que el muro y quién pagaría por éste no sería el tema central de la cumbre.

En este caso, la falta de un desmentido es sinónimo de confirmación, pues si las partes pensaran que la versión del diario hacía un pobre favor al contenido de la conversación de hace una semana —que quiso presentarse públicamente como un simple intercambio de condolencias por la masacre de Florida y el accidente del helicóptero militar en Oaxaca— habrían salido de inmediato a corregir.

Es entendible que no todas las negociaciones entre gobiernos son fructíferas. Lo que no se comprende —al menos yo no— es que se haya difundido que la cumbre Peña Nieto-Trump era un hecho cuando no se habían acordado las cuestiones mínimas de protocolo sin las cuales estaba destinada a fracasar.

Como bien apunta la nota del Post, los dos hombres tienen estilos diametralmente distintos. En ese sentido era fundamental que ambos se ajustaran a un guión para reducir la incertidumbre de un papelón.

En mi opinión, ambos presidentes han salido perdiendo. Ya se verá cuál de los dos en mayor medida, pues el tema más apremiante de la relación bilateral —la renegociación del TLCAN— no ha concluido.

Trump pierde porque México sigue sin aceptar pagar por el muro. Y Peña Nieto pierde porque cancelar dos veces una cumbre con el Presidente de Estados Unidos no es una buena noticia, con todo y que una escena pública hubiese sido peor.

Me quedo con la duda de qué se quería lograr. Eso sólo lo pueden aclarar las partes, pero, hasta ayer por la tarde, no lo habían hecho.

Hoy tenemos derecho a dudar que los equipos de México y Estados Unidos —encabezados por el canciller Luis Videgaray y el asesor presidencial (y yerno) Jared Kushner— hayan hecho el mejor trabajo posible para el lucimiento de sus respectivos jefes. 

Lástima, mucha foto en la Casa Blanca para un resultado tan, pero tan pobre.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.