Pasar al contenido principal

ES / EN

¿Y si Vaca Muerta funciona?: los debates aún no abordados
Dom, 08/06/2014 - 14:07

Matías Bianchi

Expropiación de YPF: ¿apuesta estratégica o manotazo populista?
Matías Bianchi

Matías Bianchi es Director Fundador de Asuntos del Sur. Es politólogo con estudios en Universidad de Buenos Aires, Oxford, Northwestern y Sciences Po. Ha sido onvocado por el Council of the Americas como parte de las Nuevas Voces de América Latina y reconocido por la revista Foreign Policy como una de los latinoamericanistas más influyentes en redes. Ha trabajado en el Woodrow Wilson Center, United Nations Development Program (UNDP), la OECD, y el gobierno de Argentina. @matiasfbianchi

Invito al lector a hacer el ejercicio de imaginarse un escenario en el que el yacimiento de Vaca Muerta en la Patagonia argentina sea un éxito y provea los beneficios prometidos. Este ejercicio no es tan descabellado ya que los pasos dados por el gobierno argentino permiten tal especulación. Es decir, se acaban de cumplir los dos años de la renacionalización de YPF y el saldo ha sido positivo. Desde el punto de vista legal, el Congreso argentino sancionó recientemente por Ley el acuerdo con la española Repsol, la cual cobrará una indemnización por el capital accionario quitado y pronto retirará las diversas demandas judiciales que pesan sobre este litigio. Desde el punto de vista económico, la inversión creció en un 130% entre el 2011 y 2013 -en medio de un contexto de crisis económica internacional y de aislamiento financiero del país- permitiendo que luego de varios años de caída en la producción de gas y petróleo, la producción haya subido 2% en lo que va del 2014 -comparado al -7% del año anterior. La crisis energética no está resuelta y el desangre de divisas continúa, pero la tendencia se ha revertido. Asimismo, desde el punto de vista gerencial, la nueva administración ha tenido un manejo profesional de la empresa, recuperando capital humano perdido y evitando las manipulaciones políticas a las que otras empresas estatizadas se encuentran sometidas.

En este contexto, el yacimiento Vaca Muerta, la gran apuesta energética de la Argentina, ya se encuentra en marcha. La Administración de Información Energética del Departamento de Energía de los Estados Unidos estima que este yacimiento de hidrocarburos no convencionales multiplica por 6 las reservas actuales de petróleo en la Argentina siendo ahora la cuarta más grande en el mundo; y multiplica por 26 las de gas natural, lo que la transforma en la segunda más grande del mundo. Esto significa potencialmente una verdadera revolución energética proveniente de las entrañas de la Patagonia.

Si bien la técnica de “fracking” utilizada en este tipo de recurso es difícil y costosa pero la misma ya es una realidad. Estados Unidos comenzó con esta técnica hace una década y los resultados han sido asombrosos. Luego de un declive en la producción de hidrocarburos que data desde la década del 1960, el gigante del norte logró aumentar la producción entre el año 2008 y 2011 como ningún otro país en el mundo y se calcula que este año o el próximo volverá a ser el principal productor de crudo en el mundo, posición que había perdido hace casi medio siglo.

Cuando el gobierno de Argentina decretó la renacionalización de la petrolera YPF dos años atrás, se planteó un doble objetivo: parar la hemorragia de divisas que implicaba creciente importación de hidrocarburos, y la necesidad de recuperar el autoabastecimiento energético. Hoy con los desafío legales resueltos y las primeras inversiones ya concretadas, éste escenario se ha vuelto plausible. El gobierno estima que de conseguir las inversiones necesarias, dentro de 8-10 años se podría recuperar la autonomía energética perdida y pasaría a ser un jugador de peso en el mundo de los hidrocarburos.

Ahora bien, aún en el caso de que se torne realidad el mejor de los escenarios, existen desafíos fundamentales que se encuentran marginalmente abordados en el debate público, o son prácticamente inexistentes.

Desigualdad territorial. Un desafío importante es la desigualdad territorial en Argentina. La Ley de Federalización de Hidrocarburos del año 1992 estipula que las empresas abonan las regalías de explotación (el 12% de la producción) directamente a las provincias donde esos recursos yacen. En el 2013 Neuquén ingresó 1,160 millones de dólares en ese concepto, Chubut unos 560 millones, Santa Cruz 450 millones, y Tierra del Fuego 164 millones. Esto significa entre el 30 y 50% del presupuesto de cada una de estas provincias. Asimismo, el nuevo esquema de YPF incluye que 25% de la misma ahora es propiedad de las provincias productoras de petróleo. Es decir, si la petrolera tuviera utilidades por US$20.000 millones (en el 2011 fueron 5.400 millones), 5.000 millones adicionales irían a las provincias. YPF estima que sólo Neuquén podría ingresar con esta participación unos US$11.000 mil millones en las próximas tres décadas.

Como es sabido éste país ya es profundamente desigual, el más desigual de todos los países federales del mundo. El petróleo se encuentra en las provincias de más altos ingresos entonces el ingreso de estas divisas va a profundizar este esquema desigual. La diferencia entre el ingreso per capita de las provincias más ricas es actualmente entre 7 y 9 veces más alto que el de Formosa o Santiago del Estero. Si tenemos en cuenta que el 80% de la producción de hidrocarburos se concentra en 4 provincias y que todas son de altos ingresos, en un escenario de “éxito” esta desigualdad podría crecer exponencialmente.

Hay que entender que esta desigualdad territorial, además de tocar un nervio histórico en la Argentina, en países como Nigeria, Papua Nueva Guinea, Chad y muchos otros, ha desencadenado sangrientas guerras civiles y millones de víctimas. Mientras en Brasil el debate tomó lugar cuando descubrieron los yacimientos Presal en su plataforma marítima, en Argentina todavía se encuentra ausente.

Medio Ambiente. Un aspecto no suficientemente debatido y que tiene diferentes dimensiones, es el del medio ambiente. Si bien toda actividad extractiva invade a la naturaleza, casi ninguna lo hace con el alcance del fracking. Esta técnica inyecta importantes cantidades de agua dulce y poderosos químicos para poder liberar el gas y petróleo encapsulado en el esquisto a 2-3.000 metros bajo tierra. Al inyectar esta mezcla en la tierra, hay graves riesgos de contaminar napas de agua dulce. El impacto es de tal dimensión que es muy difícil de controlar. Las fuentes científicas más importantes que defienden al fracking provienen de la Universidad de Texas, la cual es paradójicamente generosamente financiada por las mismas empresas petroleras. En el caso de Argentina, fuentes oficiales sostienen que en la profundidad donde se opera no hay recursos de agua dulce y que la zona de explotación es un desierto donde casi no vive nadie.

Otro potencial impacto ambiental del fracking es que genera quiebres en las grandes rocas que potencialmente podrían generar sismos. Justamente las provincias linderas a los Andes son conocidas por sus actividades sísmicas. Esto no está probado, solo dos sismos menores han sido atribuidos en Estados Unidos a ésta intervención, pero también es algo completamente desconocido por la ciudadanía.

Tampoco ayuda el hecho de que la principal aliada de YPF para esta aventura es la americana Chevron, la misma está condenada a pagar una indemnización de US$19.000 millones (pena luego rebajada a la mitad) a Ecuador por décadas de contaminación descuidada en territorios amazónicos.

Es sabido que hay países como Francia y Bélgica han prohibido el fracking, pero aún tomando una postura más permisiva sobre el tema, todavía quedan preguntas irresueltas ¿existen fuentes científicas independientes que analicen el impacto medioambiental en la Patagonia? ¿Qué proporción ganancia/costo ambiental está dispuesta a tolerar la ciudadanía? ¿Se han consultado a las poblaciones Mapuches que habitan la zona (como lo exige el convenio 169 de la OIT)?.

Finalmente, tampoco se discute sobre la posibilidad de diversificar la matriz energética y explotar las potencialidades de energías más limpias y renovables. Argentina hoy depende en 80% en hidrocarburos, y todo indica que esa dependencia se profundizará si Vaca Muerta tiene éxito. La potencialidad del país a largo plazo en energía hidroeléctrica, eólica y nuclear, son cuestiones que han quedado relegadas.

Enfermedad Holandesa. Otro debate es pensar qué se va a hacer con los recursos que ingresen por esa actividad. Por ser valiosos, no renovables y engordar las arcas del Estado, los recursos como el petróleo y el gas ejercen importantes presiones sobre las economías de los países. Al haber ingresar muchas divisas extranjeras, el tipo de cambio tiende a sobrevaluarse, por ende genera incentivos para gastos superfluos a la vez que desincentiva actividades productivas como la agricultura o la industria. Dependiendo de la escala se verá si este impacto será nacional o solo regional pero el fenómeno anteriormente ya experimentado en Comodoro Rivadavia (Chubut), también se ve actualmente en Neuquén donde se observa la marea de camionetas 4×4; la construcción de shoppings y grandes tiendas y el precio exorbitante de alquileres, servicios y propiedades (éstas últimas subieron 50% en el último año).

Estos efectos nocivos son explicados por los economistas como la “Enfermedad Holandesa”. Por suerte, para esta enfermedad existe cura y hay países que usan esos remedios: Noruega ahorra en un fondo soberano para futuras generaciones; Malasia utilizó el dinero para invertir en desarrollo tecnológico y en ayudar a la empobrecida población Bumiputra; más cerca nuestro, Chile implementó una reforma fiscal para evitar el aumento de los gastos corrientes del gobierno y también los utiliza para enviar a estudiantes a capacitarse al extranjero; Brasil decidió invertir en la mejora de la salud y la educación; y Bolivia implementó un sistema jubilatorio para las personas que no tenían aportes previsionales.

¿Qué se ha previsto en el caso de Argentina? Allí solo Mendoza tiene un Fondo de Transformación y Crecimiento que se alimenta con dinero del petróleo, pero es escasamente utilizado. Frente al boom de la soja se creó el Fondo de la Soja en el año 2009, respuesta tardía y reactiva frente a la gran movilización desatada. Hará falta más previsión en el caso de Vaca Muerta.

Desafío institucional. Ragnar Torvik decía hace unos años que el principal problema de los países petroleros no era económico, sino político. Los gobernantes al tener mucho dinero disponible (por regalías y creciente actividad económica) que a su vez es obtenido fácilmente (si se compara lo difícil y lento que es un desarrollo basado en producción tecnológica), son fortalecidos enormemente frente a otros actores sociales, políticos y empresariales. Por ello controlar el Estado se vuelve un juego de suma cero en el que para ocuparlo y mantenerlo vale todo: corrupción, clientelismo, patrimonialismo, sorprendentes obras públicas cuyo valor político es más alto que el productivo, etc.

Recordemos que en Argentina ya existe una preocupación sobre la calidad institucional, y especialmente a nivel de las provincias. La principal productora de hidrocarburos es Neuquén, gobernada por Jorge Sapag, proveniente de una familia que controla la política provincial desde la década del 50. Allí vemos edificios públicos muy modernos en un contexto de precarización de la salud y la educación pública.

Por estos motivos, se requiere de una gran calidad institucional que resista a la centralización del poder, que permita controlar autónomamente el uso de los recursos, y que sea transparente frente a la sociedad. ¿Qué se está haciendo en este sentido? Aquí el desafío es más complejo, porque no solo implica un lindo diseño institucional. Chad creó en los años 90 un fondo como el de Noruega, pero fue deshuesado. Lo que se requiere es de un compromiso amplio de los sectores políticos y la inclusión de actores sociales en la discusión.

*Esta columna fue publicada originalmente en centro de estudios públicos Asuntos del Sur.

Autores