Pasar al contenido principal

ES / EN

Domando los instintos animales en momento de euforia económica
Vie, 08/10/2010 - 11:08

David Tuesta

Crecimiento, pobreza  y clases medias
David Tuesta

Director de la unidad de tendencias globales, BBVA Madrid.

La teoría económica basada en supuestos sobre el comportamiento de agentes representativos racionales y mercados funciona bastante bien, y permite en condiciones normales entender lo que sucede e incluso, realizar proyecciones. Pero, en ciertas ocasiones, que no son pocas, las personas que formamos parte de este matrix económico no nos comportamos con la racionalidad supuesta y hacemos aflorar nuestros “instintos animales”.

Estos instintos, de acuerdo con lo que señalan George Akerlof (Premio Nobel de 2001) y Robert Shiller, son elementos propios de la naturaleza humana que requieren ser tomados en cuenta. A veces el comportamiento de las personas puede verse subyugado ante aspectos como las creencias y la confianza, instintos al final donde lo lógico suele no tener espacio y surgen normalmente en momentos de euforia económica.

Cuando la economía toma una tendencia de crecimiento alto y sostenido, los seres humanos empezamos a creernos indestructibles y nuestra confianza puede llegar a elevarse sin mesura. Y en base a este mayor optimismo colectivo se pueden tomar muchos riesgos, los mismos que también pueden ser “edulcorados” con determinadas creencias o historias, a las que les damos cierta racionalidad aunque no la posean. Por ejemplo, solo así puede explicarse que durante la actual crisis financiera global, las personas se endeudaran en exceso para comprar inmuebles creyendo que su valor crecería por siempre y hasta el infinito, que las instituciones especializadas estructuraran los activos financieros innovadores que sustentaran las adquisiciones de vivienda convirtiéndolas en “papeles triple A”, y que los reguladores y las agencias de riesgos se sintieran conformes con ello.

Ya diferentes autores en todas las épocas han venido dando cuenta de estas historias que al final conforman el surgimiento de las burbujas. Todos tienen como ingredientes comunes excesos fiscales y/o monetarios que incentivan a la toma de decisiones arriesgadas de algunos y, al tener “éxito en el corto plazo, alientan a muchos otros a hacer lo mismo, generalizando las historias de ganancias y felicidad. A partir de ahí se tejen las creencias y toda una sociedad se autoconvence de que el boom del momento, el presente, será sin duda el futuro. Esto alimenta nuestros espíritus salvajes y altera nuestra supuesta racionalidad económica.

Dando por sentada la importancia que puede tomar este factor intrínseco en nuestra esencia, los dos economistas mencionados señalan que es importante que en contextos de alto crecimiento, los encargados de normar el funcionamiento de los mercados actúen convenientemente evitando que las confianzas y las creencias humanas se vuelvan inmanejables. Esto implica que los responsables de la política fiscal, si esta es demasiado expansiva, corrijan oportunamente esta situación y que los que velan por la política monetaria observen el mercado y desplieguen las herramientas que tengan a la mano para cuidar la estabilidad de precios. Es fundamental que los organismos encargados de vigilar y regular el funcionamiento de los mercados estén atentos y actúen con prontitud cuando haya un atisbo de burbuja.

Tomando en cuenta lo anterior, podemos tomar algunas reflexiones respecto al contexto actual de crecimiento de la economía peruana y su futuro. El país viene presentando una tendencia importante de expansión durante las últimas dos décadas, producto de reformas estructurales importantes. A medida que estas reformas han ido madurando, el crecimiento se ha ido consolidando y, ya después del escenario de estrés de la crisis mundial durante 2008-2009, se empieza a observar tasas de variación elevadas, como la de junio reciente. Con todo ello, es natural que empecemos a desbordar euforia. Pero siguiendo a Akerlof y Shiller, las instituciones regulatorias y de política deben estar atentas a las consecuencias negativas que se puedan generar. El riesgo de no actuar puede transformar la euforia en una especie de “síndrome de inmortalidad”.

El riesgo de que estos instintos animales y que un síndrome de inmortalidad esté en marcha, es por ahora imperceptible. El cuidado simplemente debe estar en saber administrar el crecimiento y estar atentos a que no nos desviemos del buen camino. Sin lugar a dudas, hay razones fundamentadas para creer en el futuro de la economía peruana, en la reducción acelerada de los niveles de pobreza, en la generación paulatina de una clase media amplia y relevante, que sea fuente de estabilización social y económica del país. Ello tiene que venir acompañado siempre de un papel regulatorio y con la actuación pertinente y responsable de los hacedores de política económica en su debido momento. Es importante que se dome y mantenga a raya ese instinto animal que llevamos dentro.

Autores