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La burbuja financiera que se está engendrando
Mié, 20/10/2010 - 09:26

Carlos J. García.

Exceso de optimismo en Chile
Carlos J. García.

Ph.D. en Economía, UCLA (EE.UU.). Actualmente es profesor de la Facultad de Economía y Negocios, en la Universidad Alberto Hurtado (Chile).

¿Existe el riesgo que las burbujas financieras de los países desarrollados resurjan ahora en las economías emergentes?

Paradójicamente, este evento puede estar engendrándose peligrosamente en nuestras economías, porque las economías lideradas por Brasil, India y China están dando señales de desacople con los países industrializados. Con esto, los capitales financieros que inicialmente eran para activar las economías industrializadas, ahora están llegando a raudales al mundo emergente.

En efecto, las proyecciones para el 2011 indican resultados mediocres en el crecimiento de los países industrializados, lo que no permitirá la recuperación del empleo y no evitará que sigan ocurriendo bancarrota de muchas empresas.

Asimismo, como resultado puede seguir el deterioro de los balances de los bancos privados por los créditos incobrables de las empresas que entren en liquidación.

Por otra parte, los niveles altos de gasto fiscal, junto con una menor tributación, seguirán poniendo en duda la factibilidad de seguir emitiendo deuda pública a tasas de interés normales, por los riesgos asociados, y aumentará entonces la probabilidad de default soberano como ocurrió en Grecia. No obstante, la política fiscal y monetaria en estos países no permitirá un descalabro mayor a lo ocurrido el 2009. Por tanto, especuladores como inversionistas buscarán sus ganancias en otros horizontes…

Así, la burbuja financiera se está alimentando vorazmente de las políticas de los bancos centrales y gobiernos de los países industrializados que han tratado de reparar las ineficiencias de sus mercados financieros con inyecciones siderales de liquidez. El crecimiento de algunas economías emergentes y una recuperación más dinámica de estos países han producido que esos recursos se fuguen en parte a nuestras economías. El resultado es una apreciación de las monedas domésticas difícil de manejar, con lo cual el sector exportador, en especial el industrial y en algunos casos el agrícola, está soportando un triple impacto negativo: menor demanda de los países industrializados, un dólar más barato y precios altos en las materias primas, lo que refuerza la caída del dólar.

El riesgo de esta burbuja puede ser desastroso para las economías emergentes, como ocurrió a finales de los años 70. La plata dulce de los petrodólares desapareció de la noche a la mañana, hundiendo a muchas economías en una profunda crisis, en especial porque previamente la caída del dólar devastó al sector exportador. Ahora puede ser diferente, puesto que podemos implementar distintas medidas que eviten los daños de los flujos especulativos. Primero, no se debe permitir que el dólar caiga más de lo necesario, porque eso permitirá mantener vivo al sector exportador (agrícola), mientras los productores busquen nuevos mercados, por ejemplo en Asia.

Segundo, se debe evitar un exceso de endeudamiento de las empresas y familias que pongan en riesgo el sistema financiero, una vez que la burbuja estalle (los capitales retornen a las economías desarrolladas). Para conseguir esto objetivos, la política económica debe busca instrumentos más allá de manejar la tasa de interés y del control del gasto público, por ejemplo, a través de la intervención directa del mercado cambiario y los controles de capitales.

Esto permitiría evitar desequilibrios incensarios que sin atajo se traducen finalmente en crisis económicas inútiles, donde se pierde empleo,  empeora la pobreza y se distraen recursos vitales para enfrentar nuestras carencias en el sector energético, de la educación y de la innovación tecnológica.