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La malvinización del Papa Francisco
Dom, 13/10/2013 - 19:07

Alberto Benegas Lynch

 Las llamadas "barras bravas"
Alberto Benegas Lynch

Presidente de la Sección Ciencias Económicas de la Academia Nacional de Ciencias de Argentina. Él es profesor Emérito de Eseade (Escuela Superior de Economía y Administración de Empresas en Buenos Aires), institución en la cual se desempeñó como decano por 23 años. Benegas Lynch es un académico asociado del Cato Institute y un miembro de la Mont Pelerin Society.

El fervor mundial que despierta el nuevo pontífice no debería ocultar su preocupante acercamiento a la Teología de la Liberación y su apoyo a modelos distribucionistas que conducen a graves problemas de falta de respeto a los derechos de las personas.

No es la primera vez que ocurre. Típico argentino. Un ejemplo lo dan las Malvinas: era muy insalubre (y peligroso) oponerse a la irresponsable invasión de esas islas. La agitación era incontenible, los pocos que criticábamos tamaña aventura éramos considerados traidores a la patria. El clima era festivo, la Plaza de Mayo estaba desbordada de agitados manifestantes que gritaban a coro “el que no salta es un inglés”.

Algo parecido sucede con el insólito tratamiento del papado al que asistimos ahora. Aparentemente, el fervor religioso se multiplica. Los templos reciben nuevos fieles. Las campanas redoblan y las lágrimas también. Incluso se fabricó una “cumbia papal” en la que se burlan de los brasileros por no tener un papa. ¡Argentina! ¡Argentina! es el alarido de ocasión. Los cansados de autoritarismo, necesitados de un líder y huérfanos de conducción, se aferran al nuevo papa como símbolo de la oposición, sin percatarse de que –al igual que la llamada “oposición”– objeta las formas pero sigue en pie el “modelo” a través de la cacareada “redistribución de ingresos” y equivalentes.

Se glorifican los gestos del papa que “lo dicen todo”: viajó en bus, pagó la cuenta de su hotel, se bajó del papamóvil que cambió por uno de menor tamaño, vive en Santa Marta en lugar de disfrutar de los 300 metros cuadrados de los aposentos papales y declaró que quiere “una Iglesia pobre para los pobres”. Por momentos parecería que al grueso de los fieles les agradaría que el Papa celebrara misa en guayabera en medio de un galpón con piso de tierra y vendiera los palacios, pinturas, oro, inversiones en títulos y demás valores. En verdad, el gesto magnífico del Papa –no suficientemente ponderado– ha sido su consejo sobre la necesidad de acercarse al islam.

El nuevo papa sin duda está imbuido de las mejores intenciones y compenetrado de aspectos cruciales como la condena al aborto, puesto que se trata de un ser humano en acto (en potencia de muchas cosas, igual que el resto de los humanos) con toda la carga genética completa a partir de la fecundación del óvulo (sólo la magia más rudimentaria puede suponer que hay una mutación de la especie desde un mineral, vegetal o animal a la condición humana en el instante del alumbramiento). Sostiene con razón que debe preservarse la expresión “matrimonio”, que proviene de una larga tradición con significado preciso y, por tanto, la extrapolación a la unión de homosexuales conduce a confundir conceptos. Suscribe el extraordinariamente fértil ecumenismo iniciado por Juan Pablo II y su pedido de perdones por las bellaquerías contra los judíos, la salvaje “guerra santa” en sus conquistas, por la Inquisición y las Cruzadas.

Desafortunadamente, sus propuestas en materia social conducen a graves problemas de falta de respeto a los derechos de las personas, lo cual afecta aspectos morales clave. Puntualicé esto en una de mis columnas, en noviembre de 2011, con el título “Mensaje del arzobispo de Buenos Aires”, artículo que fue muy difundido a raíz de su proclamación en Roma. Dos días después de su designación me hicieron un reportaje en CNN donde expresé mis disidencias. Ahora se ponen en evidencia nuevas actitudes de quien es hoy Francisco, quien, afortunadamente, se opone a los truculentos sucesos en la banca vaticana y los desvíos inaceptables respecto a conductas de algunos “pastores”.

La moral no sólo alude al propio respeto en lo que concierne a lo intraindividual, sino que se extiende a la necesaria e insoslayable consideración en las relaciones interindividuales, no sólo para la paz y la armonía sino como eje central de dignidad y autoestima.

Es importante destacar enfáticamente el intento que se ha perpetrado en base a la patraña de sostener que el entonces cardenal fue cómplice de desapariciones y torturas durante el último régimen militar, lo cual ha sido desmentido fundamentadamente una y otra vez por voces autorizadas. Tengamos en cuenta que no es casual que monseñor Mario Aurelio Poli, el nuevo arzobispo de Buenos Aires, ni bien asumió decidió enfatizar que “monseñor Angelelli es un santo mártir”. Como es sabido, el obispo de La Rioja Enrique Angelelli fue quien apoyó, congregó y alentó a sacerdotes tercermundistas en su diócesis (quienes repetían que es un grave error la condena del marxismo por parte de la Iglesia Católica) y celebraba misas bajo la insignia de los fusiles cruzados perteneciente a los terroristas Montoneros. Antes que Juan Pablo II expulsara al superior general de los jesuitas Pedro Arrupe, éste fue designado auditor (junto con monseñor Vicente Faustino Zazpe) para constatar qué ocurría en La Rioja, debido a las reiteradas denuncias contra Angelelli, y dictaminó que todo estaba bien. Luego, el entonces cardenal Bergoglio afirmó en la misa que celebró en La Rioja que “Monseñor Angelelli entregó su sangre por el Evangelio”.

Ahora, el flamante Papa recibió en el Vaticano, junto al prefecto de la Congregación de la Fe Gerhard Müller (designación ésta que en su momento provocó airadas protestas por una parte de la curia romana), al padre Gustavo Gutiérrez –el fundador de la Teología de la Liberación antes apartada de la Iglesia por Juan Pablo II– con quien concelebró misa, con motivo de lo cual viajó a Roma Leonardo Boff, otro de los artífices de la referida teología, quien declaró que se siente reconfortado después de varias condenas ya que “el Pontífice adopta el método, inspiración y estilo” de esa teología. Ugo Sartori escribió en L´Osservatore Romano que “con un papa latinoamericano, la Teología de la Liberación no podía quedarse en la sombra por mucho tiempo, donde estuvo relegada desde hace años”.

Este acercamiento constituye, por lo menos, un síntoma peligroso y una potente luz colorada, puesto que la referida concepción teológica arremete contra todas las bases de una sociedad abierta, suscribe las posturas marxistas-leninistas centrales y confunde gravemente el significado de la igualdad ante la ley, el respeto recíproco y el derecho de propiedad con un sistema de privilegios otorgados a barones feudales (mal llamados empresarios) en el contexto de aparatos estatales elefantiásicos que devoran las entrañas de la sociedad. En su declarado deseo por mejorar la condición de los relativamente más pobres, las reiteradas recetas de la llamada Teología de la Liberación amplían grandemente la pobreza y la miseria.

El derecho de propiedad obliga a que los comerciantes sirvan de la mejor manera las necesidades del prójimo: en un sistema de libertad los que dan en la tecla obtienen ganancias y los que yerran incurren en quebrantos. Todo esto en contraste con gobernantes y pseudoempresarios corruptos que se alzan con el botín con el respaldo de legislaciones que explotan miserablemente a los que menos tienen, a través de imposiciones tributarias inauditas y disposiciones burocráticas absurdas paridas por megalómanos sedientos de manipular las vidas y las haciendas ajenas.

Sé perfectamente que lo que dejo consignado lo suscribe una minoría, pero es de interés subrayar como una nota al pie que los capitostes del terrorismo argentino se han inspirado en alto grado, precisamente, en la Teología de la Liberación.

Es sabido que los fanáticos tenderán a justificar cualquier cosa como lo han hecho siempre con tal de no aparecer contrariando lo que se hace desde el Vaticano. Lamentablemente hacen oídos sordos a cuanto ha venido ocurriendo dentro de sus muros a lo largo de la historia y que nunca se hubiera rectificado a no ser por mentes que aprecian la religión y ayudan a la Iglesia con su independencia de criterio. No cabe el doble discurso que juzga con vara diferente cuando idénticas propuestas provienen de un gobernante o cuando provienen de un papa, puesto que, como ha expresado el cardenal Newman, “brindo primero por la conciencia y después por el papa”.

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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