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Los setenta
Lun, 23/05/2011 - 14:01

Alfonso Reece

‘¿Cuándo se jodió el Perú?’
Alfonso Reece

Alfonso Reece es ecuatoriano, y se ha desempeñado como escritor y periodista. Posee estudios de Derecho y Sociología en la Universidad Católica del Ecuador. Como periodista se ha desempeñado en los canales de televisión Ecuavisa y Teleamazonas, mientras que en prensa escrita ha colaborado en las principales revistas de su país, como 15 Días, Vistazo, SoHo, Mango y Mundo Diners. Actualmente es columnista en el diario El Universo (Guayaquil, Ecuador).

Dice la canción: “El mañana seguirá girando/vivimos y morimos, sin saber por qué/, pero estaré contigo cuando esto termine”, es When The Deal Goes Down creación de Bob Dylan, compositor, poeta, intérprete... ¿Qué es lo que llamamos “juventud”? ¿La frescura de un rostro? Tarde descubrimos que las jóvenes también engordan y que la beldad que dejamos hace 20 años ya no espera el mañana. 

El ídolo de “nuestra juventud” cumple este martes 70 años y es para los efectos legales un anciano… nosotros estamos por serlo. ¿Lo que te hace joven es la hidratación de las células dérmicas y la abundancia de pelo? No. Ser joven es tener la capacidad de cambiar, de innovar y eso no tiene nada que ver con la fecha de tu nacimiento. En ese sentido es asombrosamente eterna la juventud de Robert Allen Zimmerman, más conocido como Bob Dylan, cuya obra musical y literaria no ha dejado de renovarse en medio siglo de florecimiento.

Ha hecho música folk, rock, country, ha utilizado elementos del soul, del blues, de los gospel… La modernidad ha sido molida y demolida por este judío nacido en Minnesota, para reelaborarla en una síntesis irrepetible, cada disco (¿cuántos son? ¿80? ¿100?) tiene un género propio. En esta absurda capacidad de reinvención radica su eterna juventud. Dirán que no es buen cantante, que su voz nasal, tallada por cinco décadas de alcohol, no es la apropiada para un artista de dimensión mundial, pero solo a él puedo oírle cantar Like a Rolling Stone: “Cómo se siente eso/ ser tú mismo/ sin casa a donde ir/como un completo desconocido/como una piedra rodante”. (Perdón por la traducción, pero en estos tiempo soberanos hay que publicar en español, sino te pueden caer encima bandas de roqueros… unos curiosos roqueros convertidos en prótesis del totalitarismo y ¡exigiendo prohibiciones!).

El muchachito hebreo de Duluth elige llamarse Bob Dylan, honrando al poeta galés Dylan Thomas. Explica el origen de este seudónimo: “Tú naces, sabes, con nombres equivocados, padres equivocados… Puedes llamarte como quieras. Esta es la tierra de los libres”. Siempre desbarató las expectativas de los que pretendieron encasillarlo, como cuando le preguntaron sobre el significado de su sublime A Hard Rain's a-Gonna Fall, en el que veían no sé qué alusiones al holocausto atómico, él respondió que lo único que estaba diciendo es que iba a caer una fuerte lluvia. Al llamarse Dylan se impone un destino literario. 

Si hubiese sido un pésimo músico, o si no lo hubiese sido en absoluto, pasaría a la inmortalidad como poeta, al punto que ha sido propuesto con seriedad al premio Nobel de Literatura. Ya hubo un anticipo de ello en el premio Príncipe de Asturias de las Artes, para el jurado de ese galardón su obra es “el reflejo del espíritu de una época que busca respuestas en el viento para los deseos que habitan en el corazón de los seres humanos”. A lo mejor lo escuchamos en nuestro baile de graduación, aunque no teníamos tan refinado el gusto todavía, pero igual “nos mantienen tan juntos/vienes a mis ojos como una visión celestial/y estaré contigo cuando esto termine…”.

*Esta columna fue publicada originalmente en El Universo.com.

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