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Armas y destrucción masiva
Jue, 30/06/2011 - 11:01

Farid Kahhat

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Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

"El Holandés Errante" es un cuento peculiar de ficción especulativa (género también conocido como "ciencia-ficción"). Por ejemplo, el protagonista de la trama es un ente inanimado: un avión de guerra que da nombre al cuento. Este a su vez narra los preparativos de una misión en la que "El Holandés Errante" tendrá que superar las defensas antiaéreas del contrincante, antes de poder alcanzar (y destruir) uno de sus centros de comando y control. La acción transcurre sin ninguna intromisión humana, dado que tiene lugar en un mundo pos-apocalíptico en el que nuestra especie ha consumado su propia destrucción, pero en el que sistemas de armamento automatizados continúan llevando a cabo las misiones para las que fueron programados: máquinas destruyendo máquinas cuando no queda ya nadie que pueda cantar victoria.

El cuento fue concebido durante la Guerra Fría, bajo la sombra acechante de una conflagración nuclear. Pero, pese a su dantesco potencial destructivo, las armas nucleares no han provocado la muerte de un solo ser humano desde la Segunda Guerra Mundial. En cambio, las que (sin ánimo eufemístico) se denominan "armas ligeras y pequeñas" provocan según Naciones Unidas la muerte de unas 500.000 personas por año. Se trata de armas a las que los contendientes en una serie de conflictos bélicos alrededor del mundo acceden de manera ilegal a través del tráfico de drogas, de recursos extractivos o de la piratería, lo que a su vez genera escenarios que evocan el mundo descrito en “El Holandés Errante”: al no depender los bandos en pugna del respaldo de una base social organizada o de algún sector de la economía formal, la violencia que ejercen puede continuar incluso después de que la mayor parte de la economía y la sociedad del Estado en el que operan hayan sido destruidas (por ejemplo, en Somalia).

Sin embargo, mientras el mundo cuenta con un Tratado de No Proliferación Nuclear (TNP) y una organización encargada de velar por su cumplimiento (la Agencia Internacional de Energía Atómica), no existe un tratado equivalente que regule la producción, venta y posesión de armas ligeras y pequeñas.

Esa paradoja tiene una explicación elemental: el TNP fue promovido por cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad de la ONU (Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y la Unión Soviética), y tenía como principal finalidad preservar su monopolio sobre las armas nucleares. A su vez, esos mismos países (con Rusia como sucesor de la URSS), son los más importantes productores y distribuidores de armas ligeras y pequeñas a nivel global (junto con Alemania controlan alrededor de 80% del mercado). Además 85 de las 100 principales compañías fabricantes tienen su sede en países industrializados.

Es cierto, sin embargo, que los 40 principales países productores han constituido el denominado "Grupo Wassenaar" para regular el tráfico de ese tipo de armas. Pero esa iniciativa puede resultar infructuosa por diversas razones. La primera de ellas es que la producción de los denominados "Países Emergentes", representa una proporción creciente del mercado global de armas ligeras y pequeñas, y parte de esos países no están comprendidos dentro de ese grupo.

La segunda razón es que el propio "Grupo Wasenaar" carece de mecanismos eficaces para rastrear y sancionar el incumplimiento de sus normas por parte de empresas fincadas en los países que lo conforman. Esto es así, entre otras razones, porque en ocasiones las armas son ensambladas con piezas provenientes de varios países diferentes, las que a su vez son producidas por diferentes empresas. De ese modo ninguna firma o país asume responsabilidad por el proceso en su conjunto. De cualquier modo, cuando una empresa asume esa responsabilidad, en tanto tenga filiales en distintas partes del mundo, puede realizar la transacción desde aquellos países que cuenten con menor nivel de regulación.

El problema no es sólo que la regulación a nivel nacional o regional resulte poco eficaz para impedir el tráfico ilícito de armas ligeras y pequeñas a nivel mundial, sino además que los países con mayor regulación tenderán a perder mercados a manos de competidores con menos escrúpulos, lo que podría inducirlos a reducir sus propios niveles de regulación (la India, por ejemplo, derogó el 2002 la norma que impedía a sus empresas exportar armas a países como Myanmar y Sudán). Es por esa razón que sólo un tratado global que contemple mecanismos de monitoreo y sanción podría aspirar a tener alguna eficacia en esta materia.

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