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El cambio político y la nueva era que viene
Mié, 02/03/2011 - 11:49

Marcelo Ostria Trigo

¿Volver a Charaña?
Marcelo Ostria Trigo

Abogado boliviano, fue Encargado de Negocios en Hungría (1971-1973), Embajador en Uruguay (1976-1977), Venezuela (1978), Israel (1990-1993) y Representante Permanente ante la OEA (1999-2002). Se desempeñó como Secretario General de la Presidencia de la República (1997-1999) y como Asesor de Política Exterior del Presidente de la República (2005). En el Ministerio de Relaciones Exteriores, entre otras funciones, fue Director de Asuntos de América Latina, Director General de Política  Exterior y Viceministro de Relaciones Exteriores. Es columnista de los diarios El Deber de Santa Cruz (Bolivia),  El Nacional (Tarija, Bolivia) y de Informe (Uruguay). Ha publicado los libros “Las negociaciones con Chile de 1975” (Editorial Atenea, 1986), “Temas de la mediterraneidad” (Editorial Fundemos), 2004) y “Baladas mínimas” (Editorial El País, 2010).

Hay cambios que marcan etapas en la historia de la humanidad. Uno de los más recientes fue la demolición del Muro de Berlín en diciembre de 1989 y el subsiguiente desmoronamiento de la Unión Soviética. Así terminó la Guerra Fría y desapareció el temor de un posible enfrentamiento terrible con armas nucleares entre los poderosos bloques del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y del Pacto de Varsovia. De esto han pasado ya más de dos décadas en las que, pese a varios conflictos en el Medio Oriente y en los Balcanes, no volvió la incertidumbre.

Ahora estamos ante otro cambio que también transformará el panorama político mundial, aunque los acontecimientos se circunscriban, por ahora, al Magreb y al Medio Oriente. Se ve que la influencia de las revoluciones que están derrocando regímenes autoritarios va a llegar a otros pueblos, inclusive más allá de esa región.

Por ahora, han sido derrocados dos gobiernos: Túnez y Egipto y, a tiempo de escribir esta nota, los acontecimientos -la ocupación por los rebeldes de la mayoría de las ciudades libias- muestran que sería inminente la caída de  Muammar Gadafi, el autócrata de Libia en el poder desde 1969.

Marc Fisher y Liz Sly, del servicio internacional de The Washington Post (28.02.2011), observan que la euforia revolucionaria de Túnez, “que convulsionó el mundo árabe, demostró que la realización de reformas significativas pueden resultar más difíciles de lograr que el derrocamiento de dictadores”. Esto muestra que el período de transición, luego de largas tiranías, con ciudadanos que nunca vivieron bajo regímenes democráticos, será un proceso complicado.

Pero aún así, la onda expansiva de las protestas sigue creciendo y ha llegado inclusive al estrictamente controlado reino de Arabia Saudita, donde más de un centenar de académicos y activistas, “en un comunicado publicado en sitios web, como Twitter y Facebook, llamaron a manifestaciones para el 11 y el 20 de marzo, exigiendo reformas”. En la declaración de los académicos -según la información de The Washington Post- no se demanda el derrocamiento de la monarquía, pero se exige reformas que se encaminen a establecer un régimen menos restrictivo y más tolerante. Esto, hace pocos meses, era impensable.

También era impensable que los opositores a duros gobiernos, como el de Yemen, reaccionarían impulsados por el ejemplo de la revolución tunecina y que acosarían a los sátrapas. Pero este ejemplo cundió no solamente a países con  gobiernos visiblemente opresores, sino también en otros más abiertos, como en el tradicionalmente tranquilo Omán, donde el Sultán era considerado benevolente y tolerante. Aún así se produjeron graves incidentes en la ciudad de Sohar, donde murieron dos personas en enfrentamientos entre manifestantes y la policía.

En el pequeño Bahréin, inicialmente no se demandaba que se derroque al rey Hamad bin Isa al Khalifa, sino que se introduzcan reformas constitucionales para lograr más amplios derechos ciudadanos, pero sólo se obtuvo insignificantes avances. La situación en Bahréin tiene otras características: hay una la minoría chií largamente discriminada por la mayoría suni. Sin embargo, parece que la protesta unió a ambas sectas musulmanas en las demandas de cambio constitucional y es previsible que haya otras manifestaciones robustecidas por la convergencia de los dos grupos religiosos.

El cambio que se viene en el mundo musulmán causa inquietudes. Tras la  demanda de democratización, se teme que cambien las relaciones con Occidente, que importa la mayoría de la producción de petróleo de esta región. Hay aprehensiones también en Israel que, desde la guerra del Yon Kippur, mantiene una frágil paz con los países árabes, habiendo contado especialmente con la influencia del derrocado presidente egipcio Hosni Mubarak.

Por otra parte, se temía en cierto momento que los ayatolás iraníes pudieran haber estado tras las rebeliones, en la búsqueda de imponer gobiernos teocráticos en la región, lo que fue rechazado por los Hermanos Musulmanes de Egipto, que han afirmado que no persiguen el poder ni el establecimiento de un régimen dominado por el fundamentalismo religioso.

Es, por todo lo anterior, que surge la pregunta: ¿cómo no se pudo advertir -o no se dio relevancia- que se estaba gestando esta ola de rebeliones? 

Esta es una buena respuesta del periodista francés Jean-Marie Colombani: “lo que ocurrió días atrás en Túnez y en Egipto está ocurriendo ahora mismo en Libia y en Yemen, y que tal vez ocurra mañana en Argelia, es la prueba de que nuestros gobiernos (los europeos) se equivocaron al aferrarse al dogma de la ‘real politik’; al mismo tiempo, estos acontecimientos son la ocasión para convencernos de que ya no basta con hablar o ‘tratar’ con los gobiernos, sino que también hay que hablar con esas sociedades civiles ávidas de libertad”. (“La 'real politik' ya no vale”. El País. Madrid, 21.02.2011).

Esta vez, el temor les llega también a otros regímenes autoritarios, por posibles demandas populares de liberalización y democratización, y que se reproduzcan las revueltas en sus países. Algunos han adoptado medidas severas para evitar levantamientos. En Cuba se ha apresado a disidentes -más de los que liberó el gobierno castrista por acuerdo con la Iglesia Católica-, y oficiales de la policía cubana detuvieron el 18 de febrero a Reina Luisa Tamayo, madre de Orlando Zapata Tamayo, "cuando faltan apenas cinco días para el primer aniversario de la muerte del disidente y días después de que las autoridades de Estados Unidos le concedieran el visado de refugiada” (La Vanguardia. 18.02.2011).

Algo similar acaba de suceder en China: “un llamado en internet a protestar (…) contra el gobierno en toda China provocó una enfática exhibición de fuerza de la policía, decidida a impedir cualquier brote del tipo de manifestaciones (como la “Revolución del Jazmín”) que han remecido a Oriente Medio… y (que se produzcan) manifestaciones en favor de un cambio democrático”. (Michael Martina y Royston Chan. Reuters, 27.02.2011).

El cambio político, por lo que se ve, será mayor al previsto inicialmente. El mundo, seguramente sentirá que ha llegado una nueva era, y que ya no será el mismo…