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El triunfo de Humala: una explicación desde el votante mediano
Mar, 07/06/2011 - 12:13

Bernardo Navarrete Yánez

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Bernardo Navarrete Yánez

Bernardo Navarrete Yáñez es Profesor Asociado de la Licenciatura en Estudios Internacionales de la Universidad de Santiago de Chile (Usach).

Los candidatos aprenden, y Ollanta Humala aprendió a moderar su discurso político, fruto de lecciones tanto nacionales como internacionales. Desde el plano interno entendió por qué perdió las elecciones del 2006, donde pasó al balotaje con la primera mayoría, para luego perder ante un candidato con un discurso menos radical. Desde el plano internacional, se distanció del, a estas alturas, poco popular Chávez, para aproximarse al bien evaluado Lula y su modelo de izquierda pragmática y moderada.

En la primera vuelta, Ollanta Humala contó con un respaldo cercano al 32% y Keiko Fujimori obtuvo el 23%. Este antecedente es clave como punto de partida para la campaña iniciada previo al balotaje. Es así como se dio inicio a la negociación, con el objeto de atemperar posiciones y convencer al electorado que no acompañó a ninguno de los dos, el cual sumaba casi la mitad del espectro de votantes. De allí a la segunda vuelta, la estrategia de Keiko Fujimori fue aproximarse al centro político, opción que mutaría a pocos días de terminar la campaña, cuando decidió achicar su cancha y conversar con la extrema derecha (Caretas, Nº 2176). Ello me lleva a plantear el problema de las estrategias electorales, que llevan al fracaso de Keiko Fujimori y al triunfo de Humala.

El modelo de Downs-Hotelling (1956) entiende que los partidos buscan ganar votos, por lo tanto, dado que la información es incompleta y costosa, estos tenderán a buscar las tendencias centrales de los votantes, donde se concentran las preferencias de dichos electores, de lo cual se obtiene la siguiente premisa: “si me acerco más que mi oponente al centro político, más oportunidades tengo de salir electo”. Lo anterior explicaría, en cierta medida, que en las democracias modernas haya una tendencia preponderante hacia las propuestas de centro.

Inscribiéndolo en la teoría anterior, podríamos sostener que es esta la razón de que Ollanta Humala se haya esforzado en diferenciar a Hugo Chávez de Lula da Silva, escogiendo a este último como modelo a seguir, dada su moderación discursiva y práctica. Ello se originó pocos días después del viaje que Humala realizara a Brasil por el 31º Aniversario del PT (Partido de los Trabajadores), en uno de los cuatro viajes que realizó a este país en cinco meses, declarando que “enviamos a nuestro personal para aprender la experiencia brasileña, pero no para copiarla”. Este alejamiento del modelo Chávez para acercarse al de Lula es denominado por los expertos como “ortodoxia política” (Caretas, 2176), haciendo alusión a la posibilidad certera de modelar la imagen de un candidato, siguiendo un icono político determinado para alcanzar el triunfo electoral y, en ese sentido, Valter Pomar, dirigente del PT y secretario ejecutivo del Foro de Sao Paulo, ha sido sindicado como el responsable de centrar el discurso de Ollanta, impartiendo directrices para moderar su liderazgo, por ejemplo, el de reservar la propuesta de una nueva Constitución para audiencias de izquierda y acallarla en otros escenarios.

De este modo, en el discurso de Ollanta Humala ya no escuchamos el ferviente nacionalismo de izquierda anticapitalista de las elecciones anteriores, a fin de no negar la estabilidad económica y los grandes niveles de crecimiento alcanzados por Perú en los últimos años.

En la misma lógica, el empresario Salomón Lerner Ghitis, quien fuera asesor de Alejandro Toledo y hoy es un hombre clave del entorno humalista, declara: “si nosotros tenemos que reajustar parte del plan de gobierno en busca de consensos, lo haremos. No vamos a tener mayoría en el Parlamento para convocar a una Constituyente o cambiar la Constitución”, dos elementos muy conflictivos del programa de gobierno de Ollanta  (Caretas, 2176).

Así, hay que entender que la moderación del discurso en las segundas vueltas se entiende porque el voto deja de ser ideológico y comienza a ser estratégico. El alejarse de los cambios radicales negando el cambio de Constitución, para no parecer una amenaza a la estabilidad y la continuidad de los logros económicos del Perú, se vuelve una renuncia menor y racional si lo entendemos desde la óptica de ganar votos. Lo que Duverger llamaría Efectos Psicológicos y la escuela de la elección racional llamaría sumarse al carro de la victoria.

Además, no sólo el discurso se modera. Lerner Ghitis plantea que el cambio de imagen de Humala “lo planeamos ocho meses atrás. Todos los martes un grupo de 30 intelectuales, entre ellos Alberto Adrianzén, Sinesio López y otros, nos reuníamos para analizar la campaña. Que Humala se quite el polo rojo fue la recomendación luego de analizar 20 “focusgroup” que prepararon para nosotros Imasen, Datum y otras. Hicimos cambios estéticos porque había un fuerte anti-voto; lo hicimos más sonriente, más comunicativo. Dio resultado”. (Caretas, 2176).

Todo lo anterior se dejó ver en el debate televisivo donde dejó su otrora imagen confrontacional, declarando al término del mismo, que lo importante es llegar a consensos (Caretas, 2175).

Su búsqueda del votante mediano no solo se quedó en acercarse al centro, sino que fue más allá y se aproximó a los desencantados con Keiko Fujimori. Es por esto que, si bien a principios de la contienda electoral fue enfático al sostener que bajo ninguna circunstancia aceptaría un indulto humanitario para Alberto Fujimori (El Comercio, 21 de enero de 2011) y siguiendo la lógica del modelo de Downs-Hotelling (1956), aprovechó el acercamiento de Keiko Fujimori a la derecha para ocupar el centro político, prometiendo el indulto antes negado, apelando un trato humanitario con las personas que están privadas de libertad: (Fujimori) merece castigo, no merece un abuso. (El Comercio, 03 de junio de 2011) Estas cruciales declaraciones dejan nuevamente en evidencia que la ortodoxia política de los asesores de Lula surtió efecto, llegando Ollanta Humala a sostener públicamente que: 

-No convocará a una Asamblea Constituyente.

-No nacionalizará empresas y consolidará la inversión privada. 

-No tocará  los activos, la propiedad de una empresa, convocando a la consolidación de la propiedad privada (El Comercio, 03 de junio de 2011).

En suma, esto hace que las estrategias de búsqueda del centro de Ollanta tuvieran tanto éxito, a pesar del escaso margen de victoria (y ello es no menor si tenemos en cuenta los bajos niveles de institucionalización del sistema político peruano, que a la larga pueden traducirse en episodios de ingobernabilidad), misma estrategia que Keiko decidió cambiar e ir a buscar votantes más a la derecha, lo que resultó menos efectivo, ya que se alejó tanto del grueso de la población como de su grupo fuerte: aquellos que querían a los militares indultados.

Finalmente, también es posible interpretar el voto a favor de Ollanta Humala no como la aceptación de su propuesta política, sino como el rechazo a la de Keiko Fujimori. En ese sentido, el temor al Fujimorismo, a una regresión autoritaria pudo más. Si el punto fuerte de Keiko era la mantención del status quo, sobre todo en materia económica, a partir de la ortodoxia política, Ollanta Humala también planteó la necesidad de continuidad del modelo de crecimiento económico peruano, evaporando con ello las razones del electorado indeciso.

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