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El triunfo republicano, ¿cómo afecta a la política de EE.UU. hacia Latinoamérica?
Lun, 22/11/2010 - 09:13

Farid Kahhat

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Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Existen dos tipos de presunciones (mutuamente contradictorias) sobre lo que podría implicar el triunfo electoral republicano para la política estadounidense hacia América Latina. La primera de ellas parte del supuesto de que la derrota se explica esencialmente por factores de política interna y, en particular, por el estado de la economía. Lo cual debería provocar que, en aras de forjar su reelección presidencial, Obama priorice su agenda interna en detrimento de su agenda exterior. Y dado que nuestra región ocupa un espacio menor dentro de esta última, seguiríamos siendo los convidados de piedra en la política exterior de los Estados Unidos. 

La segunda presunción asume precisamente lo contrario: dada la necesidad de que un Congreso potencialmente hostil apruebe de ahora en adelante sus iniciativas en política interna, el presidente podría darle mayor relevancia dentro de su agenda a iniciativas de política exterior que no requieran de la autorización del Congreso. Lo cual tal vez augure un futuro menos sombrío a iniciativas como la mediación en el conflicto palestino-israelí, pero no necesariamente a la agenda latinoamericana de la administración Obama, porque los temas medulares dentro de esta última sí requieren aprobación parlamentaria.

En el caso de la política anti-narcóticos, por ejemplo, el Congreso ya había reducido los fondos asignados a la Iniciativa Mérida (que incluye a México, Centroamérica y el Caribe), y existía una tendencia declinante en los recursos destinados al Plan Colombia. En ese contexto, quien presidirá el Comité de Asuntos Exteriores de la Cámara de Representantes, la republicana Ileana Ros-Lehtinen, ya adelantó que buscará nuevas reducciones en las partidas de ayuda internacional del presupuesto federal.

No habría que descartar, sin embargo, la posibilidad de que los acuerdos de libre comercio con Colombia y Panamá sean ratificados por el nuevo Congreso. Hay varias razones para ello. Una primera es que, tanto por convicción como por conveniencia (representan a grupos de interés que se benefician de ellos), los representantes republicanos suelen votar en mayor proporción que los demócratas a favor de ese tipo de acuerdos. Un presidente demócrata como Bill Clinton, por ejemplo, obtuvo la ratificación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte gracias al voto republicano, dado que la mayoría de los representantes de su propio partido votó en contra. Tal como entonces, estamos ante un Partido Demócrata dividido en torno a los acuerdos comerciales con Colombia y Panamá, con un Obama que busca su ratificación y una bancada congresal que, en su mayoría, se opone a ella: los republicanos por ende volverían a ser el fiel de la balanza.

De hecho, las divisiones dentro del Partido Demócrata en materia de acuerdos comerciales proveen una razón adicional para que los republicanos los respalden: introducir una cuña entre la presidencia de Obama y buena parte de las bases organizadas de su partido (sindicatos, ONG, etc.) que, sea por temas de derechos humanos o por mero proteccionismo, se oponen en particular a ratificar el acuerdo con Colombia. Perspectiva que entra en colisión con la republicana, según la cual el gobierno conservador de Colombia es el principal aliado de los Estados Unidos en Sudamérica, y enfrenta además a una insurgencia de raigambre marxista que no sólo es la más poderosa del hemisferio, sino que además actúa en concertación con otra fuente de amenazas para la seguridad estadounidense: el narcotráfico. Cabría recordar por ejemplo que, si bien el Plan Colombia fue aprobado durante la presidencia de Bill Clinton, la mayor parte de los fondos asignados al mismo fueron desembolsados por la administración Bush.

El comercio es, por último, una de las pocas áreas de política exterior en las que los republicanos podrán mostrar al electorado de su país que no son simplemente el “Partido del No” (como los denominan algunos dirigentes demócratas), interesado únicamente en obstaculizar las iniciativas de Obama. Y, aunque menor, podría ser también una señal conciliatoria hacia el electorado latino, a buena parte del cual alienó la xenofobia explícita de la campaña contra la inmigración durante las últimas elecciones.

Pero también hay razones para la cautela a la hora de hacer pronósticos sobre la ratificación de acuerdos comerciales. De un lado, hay un tema de plazos: una coyuntura como la actual, en la que un alto nivel de desempleo refuerza los instintos proteccionistas entre los electores y en la cual la mayoría de congresistas republicanos propone sanciones comerciales contra China por manipular la cotización de su moneda para obtener ventajas competitivas, no es la más propicia para ratificar ese tipo de acuerdos. De otro lado, la influencia del denominado Tea Party entre los republicanos podría introducir una dosis de volatilidad en el cálculo político de sus correligionarios: a juzgar por el maximalismo de algunos de sus integrantes, para ese movimiento el té es una infusión que debe prepararse en una olla a presión, de preferencia sin válvulas de escape.

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