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Intento de golpe en Ecuador fracasa, pero la amenaza permanece
Lun, 11/10/2010 - 09:41

Mark Weisbrot

Cuando los reporteros no dejan que los hechos impidan una buena historia
Mark Weisbrot

Mark Weisbrot es codirector del Center for Economic and Policy Research (CEPR), en Washington, D.C. Obtuvo un doctorado en economía por la Universidad de Michigan. Es coautor, junto con Dean Baker, del libro Social Security: The Phony Crisis (University of Chicago Press, 2000), y ha escrito numerosos informes de investigación sobre política económica. Es también presidente de la organización Just Foreign Policy.

En junio del año pasado, cuando las fuerzas militares hondureñas derrocaron al gobierno democrático social de Manuel Zelaya, el Presidente Rafael Correa del Ecuador lo tomó como algo personal. "Contamos con reportajes de inteligencia que indican que después de Zelaya, yo soy el siguiente," dijo Correa.

Ayer llegó a ser verdad. Algunos analistas aun están insinuándose que lo que sucedió fue solamente una protesta por parte de la fuerza pública sobre unos posibles recortes de beneficios y que se puso fuera de control. Sin embargo, para cualquier persona que miraba por televisión el jueves a la noche la prolongada lucha de armas, cuando por fin las fuerzas armadas rescataron al Presidente Correa del hospital donde estaba atrapado por las fuerzas públicas, no parecía una protesta. De hecho fue un intento de derrocar al gobierno.

Las acciones coordinadas en varias ciudades, la toma de posesión del aeropuerto en Quito por un elemento de las fuerzas armadas - todo esto indicaba un intentado golpe de Estado organizado con anticipación. Y aunque fracasó, en varias etapas durante día, no fue claro cuál sería el resultado.

El gobierno señaló un dedo de culpa al ex-presidente y coronel del ejército Lucio Gutiérrez y él mismo apareció ayer por televisión pidiendo el despido de Correa. Le echó la culpa al Presidente por todo, desde el apoyo a las FARC (el grupo guerrillero luchando contra el gobierno colombiano) hasta la destrucción de la economía.

El golpe quizás hubiera resultado exitoso si Correa no fuera tan popular. A pesar de sus enemigos en puestos altos, el índice de aprobación por el Presidente llegó a 67% en Quito hace un par de semanas atrás. Su gobierno ha duplicado el gasto en salud, ha aumentado significantemente otros gastos sociales, y ha incumplido exitosamente el repago de la deuda externa al sumo de US$3.2 billones que se descubrió que fue contratado ilegítimamente. Ecuador logró terminar el año del 2009 sin encontrarse en recesión económica, y se proyecta un crecimiento de 2,5% durante el presente año. Correa, un economista, ha tenido que implementar métodos heterodoxos y creativos para asegurar que la economía siguiera expandiendo aun al enfrentarse de desafíos externos ya que el país no cuenta con su propia moneda. Adoptó el dólar en el 2000, lo cual significa que solo puede ejercer muy poco control sobre la política monetaria y ningún control sobre su tipo de cambio.

Correa expresó que quizás intentaría disolver temporalmente a la Asamblea Nacional para romper una parálisis en la legislatura, una medida que el Presidente tiene derecho a pedir bajo la nueva constitución - tendría que ser aprobada por la Corte Constitucional. Esta advertencia probablemente fue algo que las fuerzas pro-golpe vieron como un pretexto. Evoca recuerdos del golpe en Honduras, cuando el respaldo brindado por Zelaya por un referéndum no-obligatorio sobre la creación de una asamblea constituyente fue reportado falsamente por los medios de comunicación - tanto los Hondureños como los internacionales - como un intento de extender su presidencia.

La manipulación de los medios de comunicación también tiene un papel importante en Ecuador, con la mayoría de los medios controlados por los intereses derechistas en contra del gobierno. Esta situación ha ayudado a construir una base de personas - análogo a los que reciben toda su información por Fox News en los Estados Unidos, aunque proporcionalmente aun mas grande - que creen que Correa es un dictador tratando de transformar su país en una Cuba comunista.

El Departamento de Estado de los Estados Unidos emitió una declaración de dos líneas de la Secretaria de Estado Hilary Clinton el jueves por la tarde que urgía que "todos los Ecuatorianos se junten para trabajar dentro del marco de las instituciones democráticas ecuatorianas para llegar a la rápida y pacífica restauración del orden." A diferencia de la declaración proveniente de la Casa Blanca como respuesta al golpe hondureño el año pasado, también expresó su "pleno apoyo" al elegido presidente. Esto es algo de progreso, aunque es dudable que refleje un cambio en la política de Washington hacia América Latina.

La administración de Obama hizo todo lo posible para apoyar el gobierno golpista en Honduras el año pasado, y de hecho aún está tratando de convencer a los gobiernos sudamericanos - incluyendo a Ecuador, Brasil, Argentina y la organización colectiva de UNASUR - que reconozcan al gobierno hondureño. Sudamérica rechaza reconocer el gobierno de Lobo ya que fue elegido bajo una dictadura que no permitía una elección ni libre ni justa. El resto del hemisferio también desea unas garantías que pararía la matanza de los periodistas y los activistas políticos en el país, lo cual ha continuado y se ha hecho aun peor bajo el gobierno "elegido."

Como temían los gobiernos sudamericanos, el apoyo de Washington al gobierno golpista en Honduras durante el año pasado ha fomentado y ha hecho más probables los golpes derechistas contra los gobiernos democráticos de izquierda en la región. Este intento en Ecuador ha fracasado, pero es probable que habrá más amenazas en los meses y años que vienen.

*Esta columna fue publicada originalmente en The Guardian y con anterioridad en Center for Economic and Policy Research (CEPR).

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