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Adiós a la banca todopoderosa
Vie, 18/06/2010 - 08:33

John C. Edmunds

Milagro brasileño de doble filo
John C. Edmunds

John C. Edmunds es doctor en Administración de Empresas de la Universidad de Harvard, profesor de Finanzas de Babson College en Boston y coautor de Wealth by Association.

La crisis financiera global ha pasado ahora a una fase mucho más entretenida: asignar culpas, escarbar entre documentos para identificar a los chicos malos y, tarde o temprano, enviar a algunos de ellos a la cárcel. Esta fase es mucho más agradable que la anterior, cuando la crisis acumulaba fuerzas y amenazaba con derrumbar a toda la economía mundial. Ahora, en cambio, espectadores de todo el mundo pueden ver cómo los amos de Wall Street se retuercen ante la recriminación pública.
Para América Latina esta fase es especialmente gratificante por dos razones. Primero, los latinoamericanos están aliviados porque la crisis no los golpeó demasiado duro. Segundo, los sistemas financieros de América Latina funcionaron bien. En crisis anteriores, en especial las de principios de los años 80, la de 1994, 1998 y de 2001, la región sufrió mucho más.

¿Por qué los sistemas financieros nacionales de la región se desempeñaron tan bien esta vez? La respuesta está en que adoptaron un nuevo diseño. El antiguo, importado desde España antes de la independencia, era defectuoso. En el diseño antiguo, cada país tenía un banco central y bancos comerciales. Otras instituciones, como compañías de seguros, casas financieras y firmas de corretaje, eran marginales. En muchos países simplemente se hablaba de “los bancos” cuando uno se refería al sistema financiero.

Ese diseño tenía defectos graves. Todos sabían cuáles eran, pero nadie pensaba que se podían remediar. Uno era la falta de transparencia. Los bancos comerciales no publican su cartera de créditos y un observador externo no puede saber cuáles son las condiciones de esos préstamos. Otro defecto es la vulnerabilidad a las corridas, cuando los depositantes hacen largas filas afuera de los bancos para retirar su dinero. Y el tercer defecto es el peligro del contagio. Si un banco quebraba, se llevaba a otros consigo en su caída.

El nuevo diseño, que fue implementado primero por Chile y después adoptado por Perú, Colombia, Brasil y, de manera modificada, por México, eleva el papel que desempeñan las instituciones financieras que no sufren de esos defectos. Se trata de los fondos de pensiones, los fondos mutuos y los mercados de capital, incluyendo los mercados locales de bonos y acciones. El nuevo diseño aún incluye a los bancos comerciales, pero les asigna un papel mucho menor. Los bancos todavía procesan transacciones y realizan préstamos, pero su rol en asignar capital es mucho más pequeño que antes.

Los fondos mutuos y de pensiones tienen dos virtudes clave que los bancos no poseen. Una es la transparencia. Los observadores pueden ver los valores que esas instituciones tienen en sus portafolios y saber sus precios, por lo que no tienen que recurrir a los rumores para evaluar esas carteras. La segunda es que estas instituciones son menos vulnerables a las corridas. Si un banco realiza préstamos malos tal vez no disponga de suficientes activos para pagar a los depositantes. Los activos en los fondos mutuos o los fondos de pensiones, en cambio, pueden sufrir una baja en su valor sin llevarlos a la quiebra. Esto porque el fondo no garantiza a los inversionistas que sus participaciones siempre retengan 100% de su valor inicial. El valor de estas cuentas se puede expandir o contraer como un acordeón.

La transición del sistema antiguo al nuevo ha sido mucho más rápida de lo que muchos latinoamericanos se han dado cuenta. Ha sido un giro enorme, si bien poco publicitado, en el proceso de asignar capital. Cifras de Brasil ilustran esta transición. En 2002, los créditos bancarios a prestatarios privados fueron de 34,7% del PIB, elevándose a 35,5% en 2008. En el mismo período, los activos de los fondos de pensiones y los fondos mutuos subieron de 34,4% del PIB a 53,2%. Los prestamistas tradicionales crecieron levemente más rápido que la economía, pero su importancia relativa como fuentes de financiamiento para las empresas disminuyó. Las empresas fueron capaces de recaudar dinero al vender bonos en los mercados de capitales locales. De 2002 a 2008, el valor de los bonos corporativos creció de 10,6% del PIB a 22,9%. Los fondos mutuos y de pensiones adquirieron muchos de esos bonos.

El nuevo diseño se implementó mientras muchos bancos centrales de la región acumulaban grandes reservas de divisas. Ésa fue otra razón por la cual la región sobrevivió la crisis sin sufrir un trauma mayor.

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