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Un Tratado Comercial con Colombia ¡al fin!
Mar, 03/07/2012 - 09:53

Jerry Haar

 2011: el comienzo de un buen año
Jerry Haar

Jerry Haar es profesor, investigador y consultor de Administración Internacional, Planeamiento Estratégico y Mercadeo. Actualmente es Decano Asociado y Profesor de Administración en la Escuela de Administración de Empresas en Florida Internacional University (FIU). También es Investigador Principal del Programa de Inversión Internacional de Columbia University. Antes de asociarse con FIU, fue Investigador Principal y director del Programa Interamericano de Comercio y Trabajo en el Centro Norte-Sur de la Universidad de Miami, así como investigador principal en Wharton School de la University of Pennsylvania. Se graduó cum laude en American University, recibió su maestría en Johns Hopkins University y obtuvo su doctorado en Columbia University. También cursó el Executive Program en la Gestión de Sistemas de Salud de Harvard University. Es autor y co-autor de catorce libros y vários artículos, y ha servido como consultor para empresas públicas y privadas en los Estados Unidos.

Después de un largo periplo  el Tratado de Libre Comercio EE.UU.-Colombia (TLC) se hizo realidad.

El acuerdo traerá beneficios para ambas partes que actualmente mantienen relaciones comerciales por US$35.000 millones. Colombia es el tercer mayor mercado en América Latina para las exportaciones de EE.UU. y el segundo más importante para las empresas pequeñas y medianas. El TLC ampliará las exportaciones a Colombia en US$1.000 millones y dará acceso a un mercado de servicios de US$180 millones en ese país.

Aunque el TLC tiene numerosas precauciones, EE.UU. obtendrá la eliminación inmediata de casi el 100% en los sectores aeroespacial, de tecnologías de la información, textil y vestuario, y la mitad de todas sus exportaciones agrícolas. Aranceles de dos dígitos en maquinaria, equipos de transporte, construcción y productos de consumo se reducirán a cero. Para Florida, que es el segundo estado con mayor intercambio comercial con Colombia, más del 50% de sus exportaciones caben dentro de estas categorías.

Incluso más beneficiosas son las disposiciones en materia de servicios, inversión, procedimientos del gobierno y protección de la propiedad intelectual, áreas en las cuales las compañías estadounidenses tienen grandes ventajas.

El comercio entre Colombia y EE.UU. es complementario. Por ejemplo, las frutas colombianas, los cereales estadounidenses; hilos norteamericanos y vestuario colombiano. ¿Empleos estadounidenses? La AFL-CIO debe estar contenta: un significativo número de las crecientes exportaciones de EE.UU. a Colombia son fabricadas por trabajadores sindicalizados.

Como Colombia disfruta ya de un acceso sin aranceles de más del 80% de sus exportaciones, se beneficiará de la eliminación completa o parcial del 20% restante, además de la eliminación de las barreras no arancelarias que impactan productos agrícolas, textiles, vestuario, muebles, plásticos y confites. Reglas claras y la aplicación de los requerimientos fitosanitarios beneficiarán también a Colombia. De acuerdo a un análisis del Departamento Nacional de Planificación de ese país, tendrá un impacto positivo en los segmentos más pobres de la sociedad y mejorará la distribución del ingreso.

Los consumidores colombianos se beneficiarán de  bienes de alta calidad a precios accesibles, y los fabricantes que importan bienes de capital desde EE.UU. podrán elevar su productividad y rentabilidad, gracias a los menores aranceles.

En el lado negativo, Colombia puede esperar pérdidas en textiles, vestuario, alimentos y la industria pesada. El arroz, maíz, lácteos y aves de Colombia son muy vulnerables también; sin embargo, los periodos de eliminación paulatina de aranceles son largos y el gobierno tiene planes para asistirlos.

A menudo se pasa por alto en las discusiones sobre tratados comerciales si los países tienen realmente la capacidad para aprovecharlos. En el caso de Colombia, uno enfrenta una paradoja. Por un lado, tiene estabilidad política y económica, cultura empresarial y de trabajo arduo, altos niveles de productividad en ciertos sectores, y numerosas compañías de clase mundial. Por el otro, en competitividad global, según el Foro Económico Mundial, su nivel es mediocre y está estancado (68 entre 142 naciones), cediendo terreno a Chile, Brasil, México y Perú. Colombia tiene pobre desempeño en infraestructura, desempeño laboral, inversión en I+D, calidad de la educación y acceso a financiamiento.

Hablando ante una gran audiencia en la Universidad EAFIT, Rosario Córdoba, presidenta del Consejo Privado de la Competitividad, entregó una detallada y franca evaluación sobre la capacidad del país para competir: “Hemos hecho constantes avances en los últimos años en mejorar nuestra competitividad. Pero no son lo suficientemente buenos si queremos efectivamente competir y sacar ventajas del TLC con EE.UU.”.

Para Estados Unidos y Colombia un tratado de libre comercio es una oportunidad, no una garantía. Corresponde al gobierno crear y preservar el ambiente para que los tratados florezcan y al sector privado actuar para que produzcan beneficios perdurables. Con respecto al TLC, Estados Unidos lo hará seguramente. ¿Lo hará Colombia?

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