Pasar al contenido principal

ES / EN

El Ché creyó que sería juzgado en Bolivia
Lun, 28/05/2012 - 16:23

Harold Olmos

La apuesta de Lula
Harold Olmos

Periodista boliviano, se ha desempeñado activamente en su profesión durante más de cuatro décadas. Trabajó como redactor y asistente de la dirección en el diario Presencia, de La Paz, y ha sido director de AP en Venezuela (1982-1993) y Brasil (1993-2006). Ahora reside en Santa Cruz de la Sierra. En diciembre de 2009 la Asociación de Periodistas de La Paz lo distinguió con el Premio Nacional de Periodismo 2007.

Ernesto Ché Guevara creía que iba a ser juzgado por un tribunal militar en Santa Cruz, cuya octava división del ejército lo había capturado en los parajes selváticos de Ñancahuazú donde se había entregado. Estaba animado y unas horas antes había tenido una última, si bien fugaz, conversación con el capitán (Gary Prado) ante cuya compañía se rindió tras alertar a gritos quién era y que tendría valor más vivo que muerto. Algunos detalles de los últimos momentos del legendario guerrillero argentino-cubano han sido expuestos al público internauta en una extensa deposición en un canal de historia del Instituto Prisma, que lo ha colocado a disposición de su audiencia desde abril pasado.

El segmento inaugural de Videoteca Virtual con deposiciones sobre la historia contemporánea de Bolivia trae, entre 16 personas entrevistadas, más de tres horas de testimonios del entonces capitán y ahora general retirado Gary Prado Salmón, quien, en octubre de 1967 selló la derrota de la insurgencia con la que el Ché quería crear “uno, dos, tres, muchos Vietnam” en América Latina.

El comandante guerrillero fue llevado prisionero a un cuarto de la escuela de La Higuera, donde estaba instalada la unidad del ejército que combatía a la guerrilla. Prado Salmón, -en la silla de ruedas que lo dejó un episodio cuando, años más tarde, dirigía una operación en Santa Cruz- afirma que en la noche del 8 al 9 de octubre fue con frecuencia a ver a su detenido, a quién le preguntaba cómo se encontraba, qué necesitaba; le llevaba cigarros, café y alguna comida. Eso creó ambiente para alguna conversación que el general retirado describe lacónicamente, dentro de lo que puede haber sido un diálogo del prisionero con su captor.

-¿No supo Ud. que ya tuvimos una revolución aquí, que ya hicimos la reforma agraria?

-Si, supe. Ya vine yo por aquí… estuve en el (19)53. Pero todavía hay mucho por hacer…

-Claro… pero déjenos hacer a nosotros… una cosa que no nos gusta es que nos vengan a decir de afuera lo que debemos hacer.

-Sí. Tal vez nos equivocamos…

-Entonces, ¿quién tomó la decisión de venir a Bolivia? ¿Usted?

-No. No fui yo… otros niveles…

-Pero ¿qué otros niveles? ¿Fidel?

La respuesta del guerrillero fue su silencio, enigmático pero elocuente, según evoca Prado Salmón. El diálogo es espartano y contiene sólo unas palabras más que las que aparecen en el libro del general boliviano “La Guerrilla Inmolada” (Imprenta Sirena, Santa Cruz, 2006), en la que narra su participación en la campaña de 1967, la mayor emprendida por el ejército de Bolivia desde la guerra del Chaco y la única victoria de las armas bolivianas desde Ingavi, en el siglo XIX.

El ex comandante militar y ex embajador en varios países refuerza la creencia de que el Ché vino a Bolivia porque ya no había lugar para él en Cuba. Por eso se fue al África (El Congo), donde luchó con Laurent Kabila (muerto en 2001 en un confuso incidente armado). Salió de allí decepcionado. “Allá están colgados de los arboles, todavía”, dice el general retirado, citando al comandante guerrillero. “Continúan así… El problema es tribal allá”.

El diálogo se volvió más fluido en la tercera o cuarta conversación aquella noche, cuando el prisionero pregunta: 

-¿Qué van a hacer conmigo?

-Va a ser juzgado…

-¿En Camiri?

-No. En Santa Cruz. Ud. ha sido capturado por tropas de la 8ª División y corresponde que el consejo de guerra, el juicio, la corte marcial, sea allá, en la sede del comando.

-Ah, sí.

Prado dice que el prisionero parecía más animado con la perspectiva del juicio y que él, después, salió hacia la zona de operaciones. Al retornar supo que había sido ejecutado.

El general retirado habla de los errores de la insurgencia a partir de sus primeros momentos y a lo largo de la campaña de siete meses. Uno de los primeros fue enviar al francés Regis Debray a determinar la zona en la que se desarrollaría la campaña. En vez de procurar el norte de La Paz, en Caranavi y Alto Beni, se fue al Chapare y tras emitir su informe, se decidió lanzarla desde el sudeste, testimonia.

Es inevitable preguntarse si, para una empresa de la magnitud que se estaba forjando, no era posible un comisionado más confiable, independientemente de la coincidencia ideológica, que conjurase errores fatales y pudiese determinar bases logísticas apropiadas: caminos, población, centros de acopio de alimentos, etc. No fue así. El “informe Debray” fue suficiente para optar por el sudeste, subraya Prado Salmón.

En las “memorias virtuales” también destaca “cosas raras” en la guerrilla, como la dedicación a lo largo de horas por parte de su comandante para que los combatientes aprendiesen quechua en una región en la que se hablaba castellano y guaraní. “Allí nadie habla quechua”.

Una de las mayores “rarezas” fue haber dividido, de entrada, la columna en dos. “Un día chocábamos con la guerrilla aquí y al día siguiente nos tropezábamos con la guerrilla a 180 kilómetros y nos preguntábamos: ¿Cómo pueden moverse tan rápido, si no había ni caminos? Era que la guerrilla se había dividido en dos grupos y no podían encontrarse. Ese fue uno de los de los grandes errores. Un error infantil de un comandante: dividir sus fuerzas y perderse. Cada uno por su lado. Nunca más se encontraron”.

El ejército boliviano decidió rodear la zona de operaciones y luego combatir la insurgencia con pequeñas unidades cuyos integrantes habían sido entrenados durante 16 semanas en Santa Cruz, en una zona entre La Esperanza y Guabirá, recuerda Prado Salmón. Subraya que aún antes de comenzar, la impreparación llevó a que el “contacto cubano”, como lo llama Prado Salmón, desapareciera y se uniese a la guerrilla, en vez de coordinar tareas con Humberto Vásquez Viaña, quien debía actuar como “enlace urbano” (Vásquez Viaña ha escrito “Dogmas y Herejías de la Guerrilla del Ché”, es un conocedor de primera magnitud de la fallida campaña y coincide con Prado Salmón. En su obra, menciona una docena de elementos para afirmar que Fidel Castro “le quemó las naves” al Ché).

La guerrilla guevarista, dice Prado Salmón, aislada del mundo, se hundió en “un abandono total”.

Para explicarlo subraya que Guevara ya no tenía más papel alguno para jugar en Cuba. Y que fue al África poco menos que forzado. Pero retornó desilusionado al cabo de un tiempo sin haber conseguido nada.  Poco después, en Bolivia, emprendería su aventura final.

(*) Soy uno de los entrevistados por TVTK y escribo esta nota debido al valor testimonial de la entrevista al general Prado.

Autores