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El ejecutivo completo
Jue, 20/11/2014 - 09:39

Inés Temple

Empleo: hasta que nos convenga a ambos
Inés Temple

Inés Temple es Presidente de LHH DBM Perú y LHH Chile.

Los ejecutivos exitosos y completos tienen claras sus prioridades en la vida.

Balancean su ambicioso desarrollo profesional con su vida personal y familiar, su salud física y mental y sus intereses complementarios. No descuidan el equilibrio en una formula que parece difícil, pero que es la clave para su éxito como profesional, pero más importante aún, como ser humano espiritual.

Hace unos años la vida personal, las actividades gremiales u otros intereses de fuera de oficina no eran siquiera considerados en las evaluaciones a ejecutivos. El “trabajólico” era visto como el modelo de ejecutivo ideal: siempre dispuesto a trabajar mas que nadie, siempre presente y totalmente dedicado. La lealtad se definía además en función de entregar casi la vida entera a la empresa.

Todo eso cambió. Hoy sabemos que la única manera de tener éxito es haciendo lo que nos gusta hacer y para lo que tenemos facilidad o aptitud natural. Que el trabajo que hacemos le haga bien a nuestro espíritu porque es compatible con quienes somos en esencia y con nuestros valores fundamentales.

Esto puede sonar utópico, pero es clave para un trabajo que genere valor, resultados y además satisfacción personal. La variable satisfacción personal en el trabajo hoy encaja dentro del perfil del ejecutivo capaz de entregar pasión en el trabajo, participar activamente en otros temas ojalá en beneficio de muchos otros y mantener aún una vida personal y espiritual equilibrada y saludable.

La satisfacción en el trabajo deja de ser un lujo y pasa a ser una precondición para el éxito profesional. De ahí la importancia de crear, planear  y balancear un plan de carrera que contemple las variables del análisis de perfil profesional, las fortalezas y debilidades, los factores de satisfacción y de satisfacción, posicionamiento y ventaja competitiva personal y claramente, la misión personal.

Esta misión personal, alineada con un plan que nos permite monitorear los avances de la carrera y medir el precio de los “sacrificios” personales, nos permite mantenernos enfocados y firmes en épocas difíciles, mantenernos lúcidos de “acuerdo al plan”. Nuestra misión bien establecida nos permite tratar de conjugar todo lo que es verdaderamente importante para nosotros sin descuidar ningún aspecto demasiado. Típico ejemplo de quien trabaja a tiempo completo, hace una maestría y además tiene familia joven a la cual atender. O quien está buscando trabajo y debe todavía invertir parte de sus escasos recursos en mejorar sus habilidades de cómputo o inglés, o para sacar finalmente el título, además de cuidar de su salud y de su vida espiritual para lograr sobrellevar el estrés.

Todos tenemos momentos de “lucidez ejecutiva” donde nos cuestionamos adonde vamos en la vida, evaluando el precio que estamos pagando por llegar allí. Esos momentos son los que sirven para darnos perspectiva y recordar que el trabajo es importante, pero no es lo único que cuenta. Allí es cuando nos reconectamos con nuestra esencia. Allí sentimos que nuestros hijos no nos ven tanto como deberían, que tenemos olvidados a los amigos, que abusamos de nuestra salud y que no damos de nosotros a otros tanto como les pedimos que nos den. Y eso sin empezar siquiera a pensar en devolver a la sociedad lo mucho que tomamos de ella o en nuestra responsabilidad real con nuestra gente que espera no solo guía, mentoría, sino también reconocimiento o a veces simplemente más calidez y cercanía.

En tiempos de cambio o incertidumbre las empresas requieren no solo de gerentes involucrados en cumplir las metas, sino de líderes capaces de guiar al equipo, inspirar sueños y facilitar a otros cumplir sus misiones personales, con amplitud de mente y de espíritu. Y para lograr cumplir todos esos roles y responsabilidades, los ejecutivos necesitan fundamentalmente del equilibrio, la calidez y la paz interna que trae una vida completa y enriquecida por valores humanos, familiares y espirituales. Sin ellos, y sólo la ambición o el dinero como factores de motivación en el trabajo, nos encontramos con “ejecutivos-cascara”, luchadores pero vacíos por dentro, y sobre todo, sumamente vulnerables ante el estrés, a las crisis o los “fracasos”.

Entonces, el ejecutivo “completo” es aquél que es leal consigo mismo, con su carrera, con su misión personal, con sus valores, y fundamentalmente, con su dimensión humana. Es el mejor activo de una empresa, especialmente en su rol de desarrollador de ideas, de líder inspirador, de mentor y modelo. Y es una persona balanceada, confiable ¡y feliz!

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