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¿Funcionan los observatorios del crimen?
Lun, 10/11/2014 - 14:18

Jorge Srur

El acertijo del asesino que amaba las estadísticas
Jorge Srur

Jorge Srur es licenciado en Ciencia Política de la Universidad Católica de Córdoba, con especialización en Gerencia y Control de Políticas Públicas. Srur cuenta con una extensa experiencia profesional en administración pública, y en el uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación en los procesos de modernización. Ocupó distintos cargos en el gobierno de Argentina y actualmente se desempeña como Especialista Senior en Modernización del Estado en el Banco Interamericano de Desarrollo.

Entraron ladrones a tu casa. ¿Qué probabilidad hay de que recuperes lo que te robaron? Tu intuición seguramente te dice que muy poca. Y aciertas: en Estados Unidos, por ejemplo, sólo 7 de cada 100 bienes robados de una casa son recuperados.

¿Tiene sentido hacer la denuncia? Decenas de observatorios del crimen y la violencia a lo largo de América latina y el Caribe nos enseñan que sí vale la pena reportar aunque la probabilidad de recuperar las joyas o dinero sea mínima. Lo que te puede parecer una pérdida de tiempo es la base para que  se eviten nuevos delitos de los que vos o tu familia también pueden ser víctimas.

En épocas de nuestros abuelos, la Policía usaba los datos de tu denuncia sólo para buscar al autor de ese delito. Ahora no sólo para eso. También para prevenir: ya tu caso no importa sólo para vos sino para toda la sociedad. Se ha comprobado que se puede predecir la ocurrencia de delitos considerando dónde, cómo y cuándo han sucedido, quién los perpetró, contra quién, en qué contexto.

Allí aparece el valor de los observatorios. Son instituciones que buscan asegurar buena calidad de información y ofrecer informes analíticos que ayudan a gobiernos y policías a orientar mejor sus acciones preventivas, desde el patrullaje de las calles hasta la distribución de video-cámaras o la inversión para iluminar o cuidar plazas y paseos donde los delitos son más frecuentes.

Si bien existen en otras partes del planeta, América latina y el Caribe ha sido precursora e innovadora en esta materia: montó observatorios que le agregaron a la tradición policial de análisis del delito, un enfoque multidisciplinario e integral, con datos y perspectivas  en red desde diversos organismos públicos (fiscalías, salud pública, áreas de derechos de la mujer, juventud, tránsito) y la sociedad civil.

Los primeros surgieron en Colombia en los años noventa (Cali en 1993 y Bogotá en 1995), donde la violencia homicida era por entonces la más alta del mundo. No pareciera casual que el veloz crecimiento del número de observatorios en el país se haya dado en paralelo a una de las más significativas caídas en las tasas de violencia (los homicidios se redujeron a la mitad durante la década).

Para contribuir a entender mejor cuán efectivas han sido estas instituciones, el BID acaba de realizar un mapeo sistemático de 66 observatorios de 18 países de la región y dos estudios de caso (Panamá y Quito), que le han permitido además elaborar un conjunto de recomendaciones y orientaciones  para el mejor diseño, monitoreo y evaluación de sus resultados e impactos. Todo ello fue condensado en la publicación “Qué observan los que observan el delito. Pasado, presente y futuro de los observatorios del crimen y la violencia en América latina y el Caribe”.

Hoy sabemos que muchos trabajan bien y sus productos son más que útiles. En Quito, por ejemplo, el Observatorio local detectó la dinámica de los secuestros exprés, la Policía logró detener a las bandas más peligrosas y así se bajaron los casos de 25 a 5 secuestros promedio al mes.  La Estrategia Nacional Multisectorial de Prevención de la Violencia contra niños, niñas y adolescentes de Panamá es monitoreada gracias a la información colectada y analizada por el SIEC, su observatorio nacional.

No todas son rosas en este jardín, por supuesto. Los observatorios constituyen todavía una experiencia promisoria pero frágil. El 36% no cuenta con información sobre día, lugar y arma utilizada en los delitos; el 45% no puede determinar la hora de los hechos; y sólo la mitad conoce móvil del crimen o la relación víctima-agresor, tan relevante para analizar casos de violencia de género, por ejemplo.

Uno de cada tres observatorios carece además software para la georreferenciación: si manejar es difícil sin GPS, imagínense prevenir delitos. Es que los pocos recursos disponibles son una de sus mayores restricciones: la mitad declara contar con el equivalente a US$1.240 por semana para funcionar. En suma, con los datos de tu denuncia, hacen ciencia; con su presupuesto, magia.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog Sin Miedos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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