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Programas de micro-ahorro y la economía del comportamiento
Dom, 24/08/2014 - 12:08

Lina Martínez

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Lina Martínez

Lina Martínez es la Directora del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Icesi (Colombia).

Los microcréditos han sido una de las estrategias centrales en el diseño de políticas encaminadas a la reducción de la pobreza y, principalmente, en políticas para insertar a las personas de bajos recursos en el sistema financiero. Hasta ahora, no se ha encontrado un mecanismo más eficaz para proveer servicios financieros regulados a la población de bajos recursos.

La implementación de los microcréditos abrieron la puerta a las “microfinanzas”, las cuales se componen de dos mecanismos: el microcrédito y el microahorro. Los microahorros son una estrategia que empieza a consolidarse con la finalidad de que las personas de bajos recursos suavicen su consumo y reduzcan su vulnerabilidad ante choques externos que pueden afectar su estabilidad económica, como una enfermedad, incapacidad transitoria que les impida trabajar o falta de liquidez para pagar servicios, renta o alimentos. Los microahorros también pueden ser concebidos como una estrategia para que los ahorradores puedan empezar a crear un portafolio de activos y con ello incrementar su capacidad de endeudamiento. Los microahorros son, entonces, una estrategia para que las personas de bajos recursos puedan sortear situaciones transitorias de falta de liquidez sin tener que recurrir a los gota a gota o pagar las altas tasas de interés que los servicios financieros informales cobran.

En varios países en vía de desarrollo se han implementado diversos programas de microahorro y la evidencia muestra que los resultados, en general, son positivos. En México y Colombia se ha aumentado la base de personas de bajos recursos insertadas al sistema financiero utilizando el programa de transferencias de dinero (familias en acción en Colombia y programa “Oportunidades” en México). Los resultados en las tasas de ahorros en esta población han sido importantes y son un buen ejemplo para mostrar que los programas de microahorros son viables y necesarios en esta población. Sólo en Colombia el programa “Mujeres Ahorradoras en Acción”, el cual está enfocado en mujeres vulnerables en el área rural, dejan como saldo positivo alrededor de 21.000 mujeres vinculadas a programas de microahorro, una disminución de 8,4% en el porcentaje de uso de prestamistas usureros (entre las mujeres participantes) y más de un millón de dólares ahorrados.

Un aspecto muy importante en la elaboración de los programas de microahorro, es el diseño. Los detalles importan, y más aún cuando se trata del diseño de políticas públicas encaminadas a cambiar el comportamiento de los individuos (como es el caso del micro-ahorro). Una corriente de la economía, llamada “Behavioral Economics” o economía del comportamiento, usa la psicología, sociología y economía para crear un modelo más complejo y más realista para entender cómo se comportan los agentes económicos. Algunos de los conceptos de la economía del comportamiento ya han sido puestos al servicio de la implementación de políticas públicas y se pueden poner en práctica en el diseño de programas de microahorro. La investigación en economía del comportamiento muestra que un programa de este tipo puede funcionar mejor si se ponen en práctica los siguientes componentes:

*Disminuir las barreras de acceso: las dificultades de acceso a los programas públicos, así sean para beneficio propio, hacen que los individuos no participen de los programas. Llenar formatos, hacer filas o desplazamientos son barreras de acceso a los programas de micro-ahorro. Para disminuir este efecto, se pueden utilizar mecanismos en la red para inscripción o asistencia en el proceso de vinculación. Un ejemplo claro de esto en la banca, es lo que hace el banco Fabella en Colombia, donde un asesor lleva todo el proceso y hace uso de diversas herramientas para simplificar el proceso de inscripción.

*Simplificar y facilitar el uso: esto se consigue a través del uso de sistemas que faciliten los trámites y tengan mayor penetración y presencia en sectores de bajos recursos. Por lo general los bancos no tienen sedes en barrios populares, por eso los ahorradores incurren en altos costos de transacción a la hora de hacer un depósito (ir hasta el banco, pagar el bus, hacer la fila, etc.). Para sortear estos costos se han creado diversos mecanismos. Uno de ellos es usar la red de tiendas o negocios para hacer más accesible los servicios de la banca. En Kenia, con ayuda financiera de la Fundación Bill y Melinda Gates, se ha implementado un programa de microahorro en el cual los beneficiarios usan su teléfono móvil para hacer depósitos y retiros por medio de una red de supermercados con alta presencia en los lugares donde los beneficiarios viven y frecuentan.

*Realizar un plan: es fundamental determinar la motivación de los individuos a la hora de ahorrar. Pedirle a una persona de bajos recursos que separe una parte de su bajo ingreso económico y lo destine a un ahorro como la pensión, es desconocer su contexto y su racionalidad para tomar decisiones. Por el contrario, diversos programas que han sido testeados en varios países, muestran que realizar planes de ahorro para fines específicos y realizables en el mediano plazo (como una celebración, reparaciones en el hogar o los costos del colegio de los hijos), son mucho más efectivos que metas a largo plazo donde es difícil estimar cuánto se tiene que ahorrar y cuándo se va a utilizar. 

*Aumentar las oportunidades y opciones de ahorro: los mensajes de texto se usan como “dispositivos de compromiso” para mantener a los individuos en el plan de ahorro. Adicional a estos dispositivos se han generado otros mecanismos para incentivar el ahorro individual, como las tarjetas de ahorro. Estas tarjetas tienen la finalidad de que los ahorradores hagan pequeños depósitos cuando tienen las buenas intenciones de hacerlo. Estas tarjetas son diseñadas bajo la idea de “compra compulsiva” (así como los chicles y dulces en las cajas de los supermercados), de modo que se encuentran disponibles a los ahorradores al momento de pagar por otros productos. Las tarjetas de ahorro funcionan como lo hacen las recargas de teléfono celular: cualquier individuo en la caja de la tienda puede hacer un depósito a su cuenta de ahorros. 

Muchos de los problemas que intentan intervenir las políticas públicas para la disminución de la pobreza están anclados a problemas de comportamiento de los individuos. La falta de ahorros no es una excepción. La genta (pobre y no pobre) no ahorra por un problema de autocontrol. Es difícil no gastarse el dinero que sobra en un bien que produce gratificación instantánea, mientras que ahorrar no sólo es difícil, sino que implica sortear barreras para hacerlo. La investigación empírica ha demostrado que las personas de bajos recursos usan los servicios de microfinanzas que están disponibles para ellos, que pagan sus cuentas y que usan de manera productiva los préstamos a los que tienen acceso. Sin embargo, esta población no sólo necesita acceso a microcréditos, sino también mecanismos flexibles para construir un “colchón” financiero que les ayude a sortear episodios de falta de liquidez y que les permita evitar el uso de la red de los gota a gota.

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