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Rascar donde pica: industrias creativas en América Latina
Jue, 17/04/2014 - 09:48

Claudio Pereda Madrid

La batalla de la avenida que abre heridas en Chile
Claudio Pereda Madrid

Claudio Pereda Madrid es sub editor del sitio LifeStyle. Con estudios de magíster en Ciencias Políticas (Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos, Anepe, Chile) y Estudios Latinoamericanos (U. de Chile), se ha desempeñado en las secciones Economía (Las Últimas Noticias), Cultura (La Nación) y Reportajes (La Tercera), además de la radio Cooperativa y revistas Rock&Pop y Zona de Contacto, entre otros medios chilenos. Es fundador de la revista Cultura y Tendencias. Posee también experiencia como profesor universitario en Comunicación Estratégica y Periodismo de Investigación. Sus cuentas en redes sociales: @peredamadrid y @RevistaCyT

“La cultura es el último territorio en donde se da el combate ideológico”, dice desde Brasil el destacado experto Teixeira Coelho, fundador del Observatorio de Políticas Culturales de la Universidad de Sao Paulo. Y es que esta actividad en las últimas décadas pasa por momentos de cambio y recambio.

Desde los tiempos del compromiso social e ideológico, hasta el posmoderno upgrade de la gestión cultural, las expresiones artísticas ya han vivido varias sacudidas. Hoy es el tiempo de lo que expertos del Banco Interamericano del Desarrollo (BID) llaman con indisimulado entusiasmo “La Economía Naranja”.

¿De qué se trata? Según la gente del organismo, es “el conjunto de actividades que de manera encadenada permiten que las ideas se transformen en bienes y servicios culturales, cuyo valor está determinado por su contenido de propiedad intelectual”. Le dan sustancia a este concepto dos ideas-fuerza: la economía cultural y las industrias creativas, que juntas conforman industrias culturales, sumado a todo lo que sirva de soporte para la creatividad.

La cosa es más simple de lo que parece: la cultura es hoy, aunque muchos no lo sepan, un motor de la economía latinoamericana. La región no sólo tiene potencial en sus artistas y creadores. A ello se suma una clara expansión de la clase media, que surge como principal pivote a ese posible  desarrollo cultural.

Los ejemplos son variados y el libro del BID cita algunos: para la edición XII del Festival Iberoamericano de Teatro de Bogotá en 2010, por ejemplo, se calcula que participaron casi 4 millones de espectadores. En Buenos Aires, en tanto, uno de cada diez empleos se relaciona con actividades culturales, las que generan nueve de cada cien pesos de los ingresos de la economía porteña.

“En Latinoamérica estamos sentados sobre un tesoro y no sabemos aprovecharlo”, dice Iván Duque, uno de los autores de “La Economía Naranja”. La brecha y los desafíos son profundos, pero no por eso menos desafiantes: de los US$646.000 millones anuales del comercio mundial de bienes y servicios culturales, América Latina exporta sólo el 1,7%.

¿Qué diantres puede hacer la cultura en la economía? Bueno, el inglés John Howkins sostiene que “la divisa más valiosa no es el dinero, sino las ideas y la propiedad intelectual, que son intangibles y evolucionan constantemente. La gestión de la creatividad aporta una gran contribución a los métodos empresariales oportunos, temporales y específicos”.

El autor del libro angular “La economía creativa: transformar una idea en beneficios” (2001) fue uno de los primeros que planteó que la cultura y la economía comparten territorio. Sobre esa idea se da vueltas también el “Informe de la Economía Creativa”, del Programa para el Desarrollo de las Naciones Unidas (PNUD), donde señala claramente: “las industrias culturales tienen un impacto que va más allá de su actividad, porque actúan como imán para que profesionales y emprendedores se aglutinen en ciertas ciudades y las hagan más competitivas e innovadoras”.

Las cartas parecen echadas. Hay quienes creen que la región debiera apostar más fichas por el lado del desarrollo científico. Pero lo cierto es que los esfuerzos no tienen por qué ser excluyentes. Que se invierta en ciencia regional, pero también en cultura.

La Conferencia de Naciones Unidas para el Comercio y el Desarrollo (Unctad) afirma que entre 2002 y 2011 las exportaciones de bienes y servicios creativos crecieron el 134%, llegando en 2011 a intercambios por un total de US$646.000 millones, ubicándose entre los cinco tipos de bienes más comercializados del planeta. Sin embargo, sólo US$18.800 millones se movilizaron desde América Latina y el Caribe.

La región importa cerca de US$30.000 millones, generando una balanza comercial negativa de unos US$10.000 millones. Si se considera la balanza de pagos (diferencia entre los pagos y los ingresos netos por servicios de informática e información, regalías y licencias por propiedad intelectual), el déficit se acerca a US$20.000 millones.

Hay ejemplos expectantes, pero -como se ha dicho- la brecha es grande. Por eso, para muchos llega la hora de las industrias creativas. El punto es que debe rascar donde pica. Y eso significa que se deben seguir, al menos, dos líneas básicas.

Uno, que los países de la región deben ponerle fin a las trabas burocráticas a todo lo que se relacione con la Economía Naranja y que una película  ecuatoriana sea considerada latinoamericana en toda la región, cosa que pueda ser vista por todos en A. Latina.

Iván Duque y Felipe Buitrago, autores del libro del BID, promueven que los países de la región deben exportar más cultura entre ellos. La idea no es baladí: más del 60% de las exportaciones culturales va a Europa y sólo la tercera parte rueda por el sur. “Hace falta un área de libre comercio cultural en la zona, que un libro argentino o una película colombiana se considere un producto local, sin trabas”, le dijo Buitrago al periodista argentino Andrés Oppenheimer.

La otra línea que debiera ser explorada es la esencia misma de la cultura. No sólo puede ser un producto sino que tiene que marcar, influir, identificar, cuestionar, reflexionar, polemizar. Ser un espejo incómodo y crudo. Generar espacios de inclusión social. Los nuevos negocios consolidarán un  paradigma en este punto si no se interrumpen el magma natural de la cultura.

El desafío de transformar la sociedad a través de una nueva economía puede contar con la creatividad de la cultura y el arte. El mercado global y la construcción del escenario local deben congeniar con la mirada económica de las industrias culturales y la interpretación natural del arte transformador.

Todas esas lógicas deben impregnarse en una nueva dinámica integradora, generando proyectos económicamente sustentables y culturalmente inclusivos. No por nada, como plantea Teixeira Coelho, “la cultura es el último territorio en donde se da el combate ideológico” y hay que rascar donde pica.