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Si Warren Buffet fuese peruano
Lun, 25/03/2019 - 08:43

Farid Kahhat

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Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

En nuestra anterior columna dijimos que, comparado con otros países desarrollados, los Estados Unidos tenían bajas tasas de movilidad social. Es decir, a un estadounidense le es más difícil salir de la pobreza que, por ejemplo, a un alemán. Tasas relativamente bajas de movilidad social implican, además, una mayor probabilidad de que la presencia de niveles elevados de ingresos y riquezas sea consecuencia de la herencia antes que del mérito personal. En alguna declaración Warren Buffet sugirió otros dos problemas cuando se intenta establecer en qué medida las diferencias de ingresos y riqueza en un país se deben a diferencias en méritos, cuando sostuvo lo siguiente: “Personalmente pienso que la sociedad es responsable de un porcentaje muy significativo de lo que he ganado. Si me colocaran en Bangladesh o el Perú podríamos establecer cuánto produciría mi talento en un entorno menos fértil. (…). Da la casualidad de que trabajo en un sistema de mercado que premia muy bien lo que hago –desproporcionadamente bien”. 

Una de las cosas que Buffet sugiere en esa cita es a tal punto una verdad de Perogrullo que resulta fácil olvidarla: no en todas partes las instituciones del Estado garantizan en la misma proporción derechos de propiedad, la vigencia de los contratos o la provisión de bienes públicos (como, por ejemplo, sistemas de salud y educación de cobertura universal garantizados por el Estado). Todo lo cual es fundamental para la creación de riqueza en el sector privado.

Acemoglu y Robinson ofrecen un buen ejemplo de lo dicho por Buffet cuando comparan la forma en la que adquirieron su riqueza Bill Gates y Carlos Slim. En lo esencial Gates la obtuvo a través de innovaciones en programas de computación, apelando a un sistema eficaz de patentes que no sólo tramita miles de solicitudes por año sino que además son presentadas por personas que provienen de todos los estratos sociales (aunque cabría agregar que Microsoft afrontó luego procesos judiciales por prácticas que buscaban restringir la competencia). Slim, por su parte, obtuvo buena parte de su fortuna adquiriendo de modo poco transparente un monopolio en telecomunicaciones amparado por el Estado.

Es decir, distintas instituciones políticas y económicas pueden crear estructuras de incentivos diferentes para quienes toman decisiones económicas. Y, a su vez, las distintas formas de adquirir riqueza que incentivan esas instituciones tienen distintas consecuencias distributivas. Así, mientras muchos aún nos beneficiamos del sistema operativo creado por Bill Gates, según un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, el monopolio de Carlos Slim le costó entre 2005 y 2009 unos US$130 mil millones a la economía mexicana. 

Cuando se le pregunta por qué cree que el sistema económico de su país premia de manera desproporcionada su talento, uno de los ejemplos a los que apela Warren Buffet es el hecho de que su secretaria personal paga una proporción mayor de sus ingresos en impuestos que él. Eso a su vez se debe a que, desde 1980, la mayoría de los cambios en la legislación tributaria en los Estados Unidos han favorecido los sectores más ricos de ese país. Por ejemplo, al permitirles clasificar la mayoría de sus ingresos como ganancias de capital, las cuales pagan una tasa de impuestos de 15%.

 Concluiremos con este tema en nuestra siguiente columna.

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