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Telenovelas: ¡también buenas para la igualdad de género!
Mié, 19/03/2014 - 08:45

Andrew Morrison

Telenovelas: ¡también buenas para la igualdad de género!
Andrew Morrison

Andrew Morrison es Jefe de la División de Género y Diversidad del BID. Antes de incorporarse al Banco, trabajó en el Banco Mundial como economista principal del Grupo de Género y Desarrollo y como coordinador regional de género para América Latina y el Caribe. También ha trabajado como profesor asociado de economía en la Universidad de Tulane (EE.UU.) y la Universidad de Nuevo México (EE.UU.). Morrison ha escrito libros y artículos relacionados con la igualdad de género, la migración internacional, los mercados laborales y la prevención de la violencia. Tiene un doctorado en Economía de la Universidad Vanderbilt (EE.UU).

La imagen que las telenovelas dan de las mujeres puede no resultar muy agradable para una feminista: celosas, inseguras, guapísimas en el exterior aunque no tanto en el interior. ¿Y si te dijera que las telenovelas pueden ofrecer a los responsables políticos una gran oportunidad para reducir la desigualdad de género? ¿Creerías que este economista, en general tan serio, ha perdido el juicio?

Voy a empezar con una historia real, y no se trata de una adicción personal a Ugly Betty. Esta es la historia de Suzanne Duryea, colega en el BID y una de las economistas que más respeto por su trabajo en temas sociales en América Latina. Ésta es la historia de cómo su investigación documenta una relación entre la entrada de Rede Globo en un nuevo mercado en Brasil y la caída posterior en las tasas de fertilidad del país, en un grado mayor de lo que supondría aumentar en un año la educación del jefe o jefa del hogar.

Y, según su estudio, lo que está tras esto es la programación de telenovelas de Rede Globo, con personajes femeninos con una bajísima tasa de fertilidad. De la programación analizada, un impresionante 72% de los principales personajes femeninos no tenía hijos y el 21% sólo tenía uno, en marcado contraste con la media de hijos de los hogares brasileños de la época.

¿Pero será sólo el Brasil? ¿Puede ser que la tasa de fecundidad en los Estados Unidos también se vea afectada por un programa de televisión? Melissa Kearney y Phillip Levine, otros dos economistas de las Universidades de Maryland y Wellesley, decidieron estudiar el efecto de un reality show que retrata las dificultades a las que se enfrentan las madres adolescentes. El poco poético nombre del programa es 16 y embarazada.

Los autores encuentran que el reality ¡y sus tres secuelas! condujeron a “una reducción del 5,7% en los partos de adolescentes que habrían sido concebidos entre junio de 2009, cuando se inició el programa, y ​​finales de 2010. Esto puede explicar alrededor de un tercio de la disminución total de los partos de adolescentes en ese periodo”.

¿Qué hacer con todo esto? Una conclusión puede ser que, al parecer, algunos economistas muy serios están encontrando maneras de justificar por qué pasan una gran cantidad de tiempo viendo (¡y analizando!) telenovelas y reality shows. Creo, sin embargo, que hay otras tres lecciones más importantes que aprender.

Primero, que la programación de entretenimiento realmente puede y de hecho cambia conductas. Pero no lo hace sermoneando a su audiencia y diciéndole “no te quedes embarazada”, sino mostrándole lo glamurosa que sería su vida sin hijos (Rede Globo) o lo mal que lo van a pasar con ellos (16 y embarazada). Esto es lo que el edutenimiento es y puede hacer.

Segundo, que no hay ninguna razón por la que la programación de entretenimiento educativo deba limitarse al embarazo adolescente. Puede abordar otros muchos temas de género, desde la violencia contra las mujeres a las limitaciones que las mantienen fuera de la fuerza de trabajo o en trabajos mal remunerados. Los programas de edutenimiento tienen el potencial de revolucionar el trabajo sobre los problemas sociales en general y la igualdad de género en particular.

*Esta columna fue publicada originalmente en el blog ¿Y si hablamos de Igualdad?, del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).

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