Por qué debemos pasar por alto las tareas fáciles y priorizar las difíciles
Supongamos que la semana de trabajo se nos presenta bastante agitada. Nuestra lista de tareas pendientes está repleta de quehaceres, algunos de menor importancia, como contestar correos electrónicos o mandar facturas, y otros mucho más complejos, como renovar radicalmente toda la estrategia de comercialización. En medio del caos, qué es lo más probable que escojamos: ¿empezar por las tareas difíciles o por las fáciles?





