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Ciudades latinoamericanas, una visión desde el futuro
Vie, 03/02/2017 - 09:54

Marco Kamiya

Marco Kamiya
Marco Kamiya

Marco Kamiya es Director Interino de la División de Economía y Finanzas Municipales de ONU-Hábitat.

Desde el 2050: Latinoamérica hasta hace 30 años presentaba un rezago económico frente a otras regiones del mundo.  La baja productividad era la causa principal según informes de bancos de desarrollo donde se mostraba que América Latina y el Caribe estaba a mitad de su potencial frente a otras regiones como Sudeste Asiático o Estados Unidos.  Estaba en boga proponer que los países menos desarrollados pueden aumentar su productividad de forma significativa impulsando políticas de innovación, clúster productivos, cadenas de valor, y competitividad, pero aunque eso es cierto no eran políticas suficientes.

Ciertamente el fin de la onda expansiva de materias primas con la economía china a mediados de la década del 2010 no fue equiparada con el ascenso de la economía india. Pero a pesar del escenario adverso América Latina logró revertir el ciclo económico creciendo a tasas sostenidas que, aunque no han sido similares a los de Asia en general, ha permitido mantener el equilibrio entre crecimiento y expansión urbana.

No es exagerado decir que uno de los elementos que permitió llevar la productividad de la región a su nivel potencial fue la ciudad.  La Nueva Agenda Urbana aprobada en Quito en el 2016 puso de relieve que para avanzar en el desarrollo sostenible las ciudades deben fortalecer al mismo tiempo sus capacidades en planificación urbana, impulsar las finanzas municipales, y establecer eficientes marcos legales y regulaciones. Los países avanzaron al mismo tiempo en descentralización que, aunque fue difícil al comienzo el balance en tres décadas ha sido positivo en la mayoría de los países de la región porque lenta pero progresivamente impulsó las capacidades técnicas de las ciudades.

Aunado a estos temas, el papel del sector privado fue esencial en diversos ámbitos. En el campo de la urbanización los gobiernos locales lograron avanzar en una mejor legislación que permitió la expansión de Asociaciones Público Privadas, que junto a la mejora en el nivel técnico en planificación urbana y finanzas en los municipios permitió aumentar los recursos para lograr ciudades más ordenadas con mayor espacio público, y un diseño urbano que contribuyó a facilitar los procesos productivos y la competitividad.  Eso facilitó asimismo el ascenso de empresas de excelencia global cuyo potencial se debe en gran medida a las condiciones físicas y técnicas de las ciudades donde están basadas.

Para alcanzar ciudades tales como las que hoy en día existen en Latinoamérica se debieron utilizar las experiencias de otras regiones, en donde sus países estaban dándole a las ciudades un rol protagónico; con grandes metrópolis, como es el caso de Tokio, Nueva York, Los Ángeles, Seúl y Londres.  Aunque puede sonar muy simplista, hoy en día hay consenso en que las ciudades no son una agrupación de personas y edificios. Hace 30 años, más exactamente el 25 de septiembre de 2015, los objetivos de desarrollo sostenible fueron acordados, y fue el objetivo número 11 y el compromiso de autoridades centrales y locales lo que permitió impulsar el rol de las ciudades en Latinoamérica y hacer de ellas lo que son hoy. Ciudades que además de agrupar los factores de producción, permiten el uso eficiente de estos a través de la provisión y acceso de todas las personas a viviendas y servicios básicos adecuados, sistemas de transporte público seguros, asequibles, accesibles y sostenibles, urbanizar inclusiva y sosteniblemente, entre otras metas que fueron establecidas y hoy en día se cumplen en la mayoría de las grandes ciudades de la región.

Hoy, en el 2050, al contemplar esos avances en más de 30 años, junto con políticas públicas direccionadas a cumplir los objetivos del desarrollo sostenible han permitido que hoy, tres décadas después podamos tener ciudades que se han convertido en los motores de crecimiento en toda la región. Hay mucho por hacer todavía, pero es mejor dejar la futurología que a pesar de los grandes esfuerzos científicos nunca ha sido ni será una ciencia exacta.

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