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EE.UU.: las elecciones de noviembre son una amenaza para Trump
Jue, 30/08/2018 - 19:31

Elías Selman

Elías Selman
Elías Selman

Cofundador de América Economía.

La cascada de hechos ocurridos en las últimas semanas en Estados Unidos es golpeante: varias personas cercanas al presidente Donald Trump han sido imputadas y puestas a disposición de la justicia, o se han declarado culpables, implicando en sus delitos a Trump. Pareciéramos asistir a una serie de Netflix, ya en sus capítulos finales y llegando al punto cúlmine donde varios hechos ocurren en simultáneo, anticipando la tormenta perfecta  en la que caerán finalmente todos los malos, triunfará el bien sobre el mal, y la verdad sobre el engaño y la manipulación.

En efecto, en la tarde del 21 de agosto, Michael Cohen, abogado personal de Donald Trump por más de una década y actuando en esta serie como "the fixer" ( el que arregla los líos y limpia los manejos sucios, en la línea de "Ray Donovan"), se entregaba al FBI y se presentaba al tribunal del distrito sur de Manhattan. Ahí se declaró culpable de varios delitos criminales, que incluían fraude bancario, evasión de impuestos y fraude electoral al no declarar contribuciones a la campaña de Trump, delito en el cual implicó directamente al presidente de los EE.UU., pues reconoció que había actuado en ese delito bajo las instrucciones del candidato a presidente.

Ese mismo día, y más o menos a la misma hora, en un tribunal de Alejandria, Virginia, el jurado encontraba culpable de ocho delitos -que incluyen evasión tributaria y fraude bancario entre otros crímenes- a Paul Manafort, ex jefe de campaña de Donald Trump, arriesgando servir no menos de 20 años en una prisión federal. Esa semana pasada cerró para Trump con otro par de malas noticias: David J. Pecker, CEO de American Media, que edita entre otras publicaciones la sensacionalista The National Enquirer, y amigo de toda la vida de Donald Trump, se había ofrecido a utilizar la práctica habitual de dichas publicaciones de comprar historias de sexo, poder y dinero para impedir que vean la luz pública los casos de Karen Mc Dougal, modelo Playboy que dice haber sido amante de Trump en el pasado, y el de la actriz de películas porno conocida por el tormentoso alias de Stormy Danniels, quien dice haber tenido una "aventura" con Donald Trump. Lo realmente tormentoso para Trump es que David J. Pecker pidió inmunidad a cambio de cooperar con los fiscales que investigan a Michael Cohen. Y como si esto no fuera suficiente, a fines de esa semana se dio a conocer también la noticia de que el encargado de finanzas de la Organización Trump, Allen Weisselberg, que maneja el dinero de todo el imperio del presidente y su familia, contratado en los años 70 por el padre de Donald Trump, también ofreció colaborar con la justicia en la investigación contra Michael Cohen, a cambio de inmunidad.

Trump reaccionó a las malas noticias de la manera habitual, devolviendo golpes a diestra y siniestra, y sembrando el caos. La victima favorita fue el sistema judicial, y el Departamento de Justicia encabezado por el ultraconservador Jeff Sessions, quien detenta el cargo de Attorney General, que sería algo así como el Fiscal General de la Nación. Pero la mejor muestra del carácter torcido de Trump fue cómo comparó la disposición de Michael Cohen a colaborar con la justicia con la "lealtad" y silencio de su otro ex colaborador, Manafort. Cual capo mafioso, Trump alabó el apego al pacto de silencio, tipo omertá, de Manafort, en lo que es una afrenta directa contra el sistema y los mecanismos de la justicia estadounidense para buscar la verdad. ¡Nada menos que por parte de su principal ejecutivo!

Ya poco antes Trump había demostrado que la lealtad a su persona está por sobre la lealtad a la nación, cuando decidió despojar al ex director de la CIA, John Brennan, de su "security clearence", el acceso a información clasificada que tradicionalmente se les mantiene después de su salida a aquellos que ocuparon altos cargos en el sistema de inteligencia de EE.UU. La razón no es más que la ácida crítica de Brennan sobre la conducta del presidente en relación a Putin y a Rusia.

¿Hacia el impeachment?

En este contexto, a medida que la investigación del Fiscal Especial, Robert Mueller, por la posible colusión entre la campaña de Trump y los agentes del gobierno ruso avanza, han ido cayendo muchos personajes  que participaron en dicha campaña. Además de Manafort y Cohen, hay varios otros que ya han sido condenados, como su ex director de Seguridad Nacional, Michael Flyn, o su ex asesor George Papadopoulos, quien reconoció complotar con los rusos para favorecer a Trump en la campaña, lo que muestra que las balas están pasando cada día más cerca del presidente. Es importante destacar que, aunque nadie todavía es condenado o imputado  por conspirar con los rusos, bastaría que se probara que Trump obstruyó la acción de la justicia o mintió bajo juramento para que se pueda iniciar un proceso de impeachment. Así ha sido en los casos de Bill Clinton y Richard Nixon en el pasado.

Para poder iniciar una moción de impeachment deber haber evidencia de que el presidente ha cometido una ofensa criminal, lo cual tendría que ser demostrado por el fiscal especial Mueller. Finalmente, una moción de impeachment debe ser aprobada por 2/3 del Congreso, lo que resulta prácticamente imposible con la composición actual del Congreso, ya que los republicanos tienen mayoría en ambas cámaras.

Un impeachment libraría a EE.UU. y al mundo entero del nefasto Trump. Por ello sería crucial que los republicamos pierdan al menos la mayoría en la Cámara de Representantes, y en realidad hay señales que esto podría ocurrir con una probabilidad superior al 50%. Por ejemplo, en el sureño estado de Alabama, históricamente conservador, se celebró en diciembre de 2017 la elección para reemplazar a Jeff Sessions, tras asumir este en el Departamento de Justicia en el gobierno de Trump. El resultado fue una victoria del candidato demócrata Doug Jones con el 49,9 % de los votos, versus el 48,4 % de los votos que obtuvo Roy Moore, candidato del partido Republicano, quien contó con el apoyo de Donald Trump. Es cierto que al candidato demócrata lo ayudo el hecho que Roy Moore tenía acusaciones de haber abusado de mujeres en tiempos pasados, pero también es cierto que Alabama es un reducto fuertemente conservador y republicano, donde Donald Trump ganó a Hillary Clinton por una diferencia de nada menos que 28,7 puntos porcentuales.

Estos resultados y otros de elecciones complementarias han energizado a la base del partido Demócrata, que también muestra problemas y fisuras, pero que si son capaces de superarlas y de llevar un plantilla de candidatos que tenga en consideración la naturaleza e idiosincrasia de cada estado, podría augurarles un buen resultado en las elecciones de noviembre próximo, de manera de retomar al menos el control de la Cámara . En el Senado esto se ve mucho más difícil, a pesar que la correlación de fuerzas actual de la cámara alta es muy equilibrada, teniendo los republicanos una mayoría de tan solo dos senadores. Pero las plazas donde van a elegirse senadores son aquellas que históricamente han favorecido a los Republicanos, por lo que es improbable que los demócratas puedan conseguir el control del Senado .

Haciendo el cálculo más preciso, los demócratas necesitarían hacerse del control de 24 puestos en la Cámara de Representantes, y hay 23 incumbentes republicanos que irían a la reelección en distritos donde Hillary Clinton ganó en noviembre de 2016. Así, bastaría que los demócratas movilizaran en estos 23 distritos a los que votaron por Clinton en 2016 para ganar dichos distritos y conseguir la victoria; es decir, no necesitarían convencer a nadie que haya votado por Trump. Además, hay otros cinco distritos donde Hillary Clinton perdió por no más de dos puntos porcentuales, y hay una alta probabilidad de que a lo menos los demócratas puedan ganar uno de estos distritos.

A estos cálculos se agrega el hecho que en las elecciones a mitad del mandato presidencial o de medio término, tradicionalmente gana el partido de oposición al presidente en ejercicio. Sabemos que en política nada es seguro hasta que se cuentan los votos, pero al mismo tiempo nos alivia pensar que hay esperanza de que una derrota electoral de Trump, en noviembre, le cierre el paso a su reelección en 2020, o incluso que pueda ser desalojado antes vía impeachment.

Es mucho el daño que en estos 20 meses de gobierno ha causado Trump a las instituciones de la democracia estadounidense y al mundo entero, erosionando y debilitando instituciones que le han dado estabilidad al mundo, tales como la OTAN, las Naciones Unidas, la Organización Mundial del Comercio y sus arrebatos contra los acuerdos de libre comercio, así como su animosidad contra sus aliados históricos de Europa occidental; su sabotaje al acuerdo climático de Paris, su salida del acuerdo nuclear con Irán, entre otras tantas barbaridades. Esto ha pasado en tan solo 20 meses. Podemos imaginar cómo se verían EE.UU. y el resto del mundo tras ocho años de gobierno de Trump. 

Recocemos que tras el errático y narcisista Trump hay una realidad social y política que lo elevó a la primera línea, y que él aún mantiene un importantísimo apoyo de cerca de la mitad de los ciudadanos estadounidenses. Muchos de ellos verían un eventual impeachment como una declaración de guerra del "pantano de Washington" y las elites contra la "América profunda". Esto podría provocar una conmoción social y estallidos con consecuencias difíciles de prever. Por ello, la primera gran esperanza es la de una derrota política importante de Trump en noviembre, que lo debilite y prepare su salida: the sooner the better.

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