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El fútbol como fuente de identidad
Mar, 26/06/2018 - 11:08

Farid Kahhat

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Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Cuando el ex Primer Ministro británico Tony Blair abandonó la Iglesia de Inglaterra para convertirse al catolicismo, el hecho no causó mayor controversia. Era ya de dominio público que su esposa era católica y que sus hijos fueron criados dentro de esa religión. Pero es de suponer que, si unos años atrás en otra región del mismo país (el Reino Unido), un político norirlandés otrora católico se hubiese convertido al protestantismo, ello sí habría causado controversia. De un lado, no pocos entre los católicos norirlandeses lo habrían considerado un traidor. De otro, no pocos entre los protestantes habrían recelado de su conversión.

¿De qué depende que en un caso la religión sea percibida como una elección personal y en el otro como una identidad grupal de la que es difícil desprenderse? Habitualmente depende de que las diferencias culturales dentro de una sociedad estén asociadas con un acceso diferenciado a oportunidades políticas o económicas. En la historia de Irlanda del Norte, por ejemplo, los católicos fueron partidarios de pertenecer a la República de Irlanda cuando adquirió su independencia mientras los protestantes eran partidarios de permanecer dentro del Reino Unido. En cualquiera de esos escenarios uno de esos grupos habría de convertirse en una minoría religiosa, temerosa por su historia común de ser víctima de discriminación.

Es decir, cuando las identidades culturales distinguen bandos dentro de un conflicto político, la pertenencia a ellas suele definirse por herencia antes que por decisión personal. Eso es lo que hace que la religión sea fuente de una identidad “étnica” en Irlanda del Norte pero no en Inglaterra: es decir, que uno sea aceptado como integrante del grupo religioso porque sus padres lo integraron y no porque uno lo decidió.

Lo mismo suele ocurrir con el fútbol. Tal vez el lector recuerde al Tano Pasman, ese iracundo hincha del River Plate de Argentina, que lanzó improperios durante todo el partido que envió a su equipo al descenso. Cuando las redes sociales lo hicieron célebre, Pasman sólo se disculpó por una de esas imprecaciones: aquella en la que maldijo a su padre por haberlo hecho hincha de River. Como si en ese momento hubiese deseado ser de otro equipo, pero desprenderse de la herencia familiar estuviese más allá de su voluntad. De hecho según Rubén Herrero, profesor de la Universidad Complutense, la evidencia indica que la proporción de personas dispuestas a cambiar de religión o de nacionalidad suele ser mayor que aquella que se muestra dispuesta a cambiar de equipo de fútbol.    

Ello podría explicarse en parte por el hecho de que en ocasiones los partidos considerados “clásicos” del fútbol en diferentes países suelen enfrentar a clubes que, cuando menos en su origen, estuvieron asociados con diferentes clases sociales, grupos religiosos o incluso opciones políticas. En Argentina, el equipo de River Plate es conocido desde el primer tercio del siglo veinte como “Los Millonarios” y su estadio está ubicado en el pudiente barrio de Núñez. Su rival, Boca Juniors, es conocido como el equipo de “Los Bosteros” (es decir, recolectores de excremento) y tiene su estadio en el popular barrio de La Boca. De otro lado, el clásico escocés nos retrotrae a la experiencia norirlandesa, dado que tras la rivalidad entre el Celtic y los Rangers reverberan los viejos conflictos entre católicos nacionalistas y protestantes unionistas.

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