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El jeitinho brasileiro y su influencia en “el Mundial de los mundiales”
Jue, 08/05/2014 - 10:22

Gastón Meza Acuña

El jeitinho brasileiro y su influencia en “el Mundial de los mundiales”
Gastón Meza Acuña

Gastón Meza es periodista titulado de la Universidad Nacional Andrés Bello (Chile). Comenzó su labor periodística en el diario La Tercera (Chile), donde se desempeñó en el área de Economía. Posteriormente trabajó como asesor comunicacional en el Ministerio del Trabajo de Chile y en la Fundación Empresarial EuroChile. Actualmente es sub editor en AméricaEconomía.com.

La Fédération Internationale de Football Association (FIFA) se debe estar preguntando en qué se metió al organizar el Mundial de Fútbol en Brasil. Seguro que por los pasillos y oficinas de su sede central, en Zurich, deben correr ríos de furia -invisibles, aunque caudalosos- con la desorganización de un evento que pintaba para estrella y que es venerado por aficionados y empresas de todo el mundo. Si pensaron que en Sudáfrica ya habían visto todo en materia de entrega de estadios por parte de las autoridades locales, se equivocaron medio a medio: tres de los doce estadios en Brasil están aún en obras y con fecha estimada de entrega para mediados de mayo, unas tres  semanas antes del partido inaugural entre Brasil y Croacia, que será el 10 de junio próximo.

Retrasos eternos en la entrega de algunos de los doce estadios, accidentes y derrumbes en sus construcciones que han terminado con la vida de algunos obreros y hasta amenazas de excluir a una de las sedes, Curitiba, si no terminaba a la brevedad las obras del Arena Da Baixada, el que debió entregarse  en 2012… y que aún no está listo, son sólo una pequeña parte de los inconvenientes que han rodeado a los preparativos.

El ministro de Deportes de Brasil, Aldo Rebelo, ha tenido que salir en varias ocasiones a poner paños fríos a la situación durante las últimas semanas, garantizando que los estadios y aeropuertos, otro punto nada de menor en el plan de infraestructura mundialera, estarán listos antes del jueves 10 de junio. “Estamos luchando a contrarreloj para entregar todo”, sentenció la autoridad, un eslogan que ya suena a vacío y que Rebelo lanzó durante un encuentro con la prensa este martes. Porque hay voces que advierten taxativas que las obras van a estar completamente listas tras el Mundial, cuando la pregunta sea –tal como sucedió en Sudáfrica-: ¿qué haremos ahora con los estadios?

Es que sin ser malintencionado, ya hay un antecedente concreto: la Copa Confederaciones 2013. El ensayo general para el Mundial fue preocupante. Muy preocupante. Digamos que sólo la obtención del torneo por parte de Brasil fue la nota positiva. El resto, para ponernos nerviosos. Desde la pifiadera ensordecedora que recibió la presidenta Dilma Rousseff en la final del certamen entre su país y España –en el marco de las protestas que asolaron a Brasil en junio de 2013-, hasta que de los seis estadios usados para el evento sólo dos estuvieron completamente terminados. Ahí estuvieron los ejemplos del Maracaná, que vio cómo el equipo de Luiz Felipe Scolari le ganaba la final a España (3-0) con montañas de escombros en el exterior y dañado por las inundaciones de principio de año; o el Arena Fonte Nova, de Salvador, que 15 días antes del torneo vio cómo las lluvias hicieron ceder parte del techo, un estadio donde finalmente igual se jugaron tres partidos.

Pero hay otro antecedente que no llama a la calma y que comienza a tomar fuerza por estos días: Rabelo ha debido referirse a los JJ.OO. de Río 2016, y no por lo bien que avanzan las obras de ese certamen, luego de que el vicepresidente del COI, John Coates, el pasado 29 de abril, considerara que los trabajos de preparación de los Juegos son "los peores" que ha conocido.

La autoridad brasileña aseguró que esas declaraciones "ya fueron rectificadas" y que "eso demuestra que fueron un error". Sin embargo, eso no fue ningún impedimento para que luego el director de Juegos Olímpicos del Comité Olímpico Internacional (COI), Gilbert Felli, sostuviera que la infraestructura del  certamen ya va atrasada en dos años.

En Brasil, claramente, el tiempo transcurre sin premura ni estrés. Un paso cansino que se hace acompañar de informalidad y con el supra convencimiento, siempre presente en la idiosincracia local, del jeitinho brasileiro, de que se tiene un recurso creativo de último minuto para que las cosas resulten.

Es cierto que Brasil tiene más que ganado un espacio de avanzada dentro de la historia del fútbol. Sin embargo, a pesar de que el organizador sea una mega estrella, claramente la FIFA tendrá que adoptar nuevos procedimientos, procesos que ya debió haber adoptado y fortalecido luego de la experiencia de Sudáfrica 2010. Esto evitaría que las noticias previas al Mundial no fueran otras que las novedades relacionadas a los equipos de fútbol y los partidos. Un Mundial debe atraer alegría, fraternidad y competitividad, por cierto, pero no incertidumbre y desorganización, que es lo que la imagen país de Brasil está reflejando al mundo.

Alguna vez, Jérôme Valcke, el secretario francés de la FIFA, dijo que a los brasileños había que darles "una patada en el trasero" para que comenzaran a trabajar, airada frase frente a la que el titular del organismo, el eterno Joseph Blatter, no le quedó más remedio que viajar a Brasil para pedir disculpas. Y si bien es cierto que no abogo por patadas en el trasero, estoy seguro que por estos días Blatter y los suyos guardarán un respetuoso silencio sobre la desorganización existente, y seguirán cruzando los dedos de los pies y de las manos para que las cosas salgan lo mejor posible, una manera de evitar que el jeitinho brasileiro termine por empañar la promesa de la presidenta Rousseff: será “el Mundial de los mundiales”.