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El mítico Foro de Sao Paulo
Lun, 18/11/2019 - 08:58

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

¿Qué tan verosímil es la tesis según la cual, por ejemplo, más de un millón de chilenos se movilizaron por las calles de su país producto de una conspiración urdida por el Foro de Sao Paulo?

Lo primero que habría que hacer, antes de responder esa pregunta, sería colocar el tema en contexto mundial: en tiempos recientes se produjeron movimientos significativos de protesta, virtualmente, en todos los continentes, no solo en América Latina. Los hubo en lugares tan disímiles como Argelia, Francia, Haití, Hong Kong, Kazajistán, Líbano y Pakistán, por citar algunos. Esos casos pueden compartir ciertas características. Por ejemplo, se producen en un contexto de desaceleración de la economía en casi todas las regiones del mundo. Pero, aunque esas características provean un entorno propicio para las protestas, no bastan para explicarlas. Por ejemplo, si menores tasas de crecimiento explican las protestas hoy, ¿por qué no hubo protestas similares durante la gran recesión internacional de 2008? Pero, de cualquier modo, la característica que esos casos definitivamente no comparten es la de ser víctimas de una conjura castro-chavista.

En cuanto a nuestro hemisferio, hubo protestas significativas, por motivos diversos, tanto bajo gobiernos de derecha (Chile, Ecuador o Haití) como bajo gobiernos de izquierda (Bolivia, Nicaragua o Venezuela). Salvo que alguien sostenga que las protestas contra gobiernos de izquierda son la expresión prístina de la voluntad popular, mientras que las protestas contra gobiernos de derecha solo pueden explicarse mediante una teoría conspirativa, habría que buscar otra explicación. Por ejemplo, que las protestas en Ecuador (como ya había ocurrido incluso antes de que existiera el chavismo), fueron consecuencia de las políticas de austeridad del gobierno de Lenin Moreno, y en particular de la eliminación del subsidio a los combustibles: no sería coincidencia que, cuando su gobierno revirtió esas políticas, las protestas llegaran a su fin. Cosa que ocurrió cuando organizaciones como la Confederación de Nacionalidades Indígenas del Ecuador (que fue parte de la oposición al gobierno de Correa y que, hasta la víspera, mantenía una relación relativamente buena con el gobierno de Moreno), decidieron desmovilizar sus huestes.

A propósito, es curioso que, cuando de intervención extranjera se trata, rara vez se mencione al gobierno de los Estados Unidos. Es decir, un gobierno que amenaza públicamente al régimen venezolano con el uso de la fuerza, que aplica sanciones económicas que afectan a todos los venezolanos, y que reconoció a través de su enviado especial para Venezuela, Elliot Abrahams, que coordinó con el alto mando militar (de modo infructuoso), el levantamiento del 30 de abril.

En cuanto al Foro de Sao Paulo, sí, sus posiciones son de un radicalismo trasnochado y respalda regímenes dictatoriales como los de Cuba y Venezuela. Pero cuando algunos de los partidos que lo integran buscaron financiamiento electoral, para obtenerlo no se confabularon con el Partido Comunista de Cuba, sino con empresas capitalistas transnacionales como Odebrecht. Si hubiese que ubicar esas prácticas en el espectro político, estaríamos hablando no de comunismo, sino de la peor variante del capitalismo: el mercantilista (bajo el cual un puñado de grandes empresas privadas no se enriquece compitiendo, sino confabulándose con los gobernantes).

Recordemos, por último, que en Chile tanto la policía como la fiscalía encargada desmintieron, respectivamente, al diario La Tercera y al presidente Piñera cuando pretendieron atribuir la violencia a ciudadanos extranjeros.

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