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Cancún: una cumbre crítica
Lun, 29/11/2010 - 13:02

José Ignacio Moreno León

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José Ignacio Moreno León

Ingeniero químico de la Universidad de Louisiana (USA), Master en Administración de Empresas de la Universidad Central de Venezuela y en Administración Fiscal y Desarrollo Económico de la Universidad de Harvard. Es además rector de la Universidad Metropolitana de Venezuela.


Cancún es a partir de este lunes y hasta el 10 de diciembre escenario de la 16° Conferencia Marco de Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, en esa importante ciudad turística del estado mexicano de Quintana Ro, con una concurrencia que los organizadores calculan en cerca de 25.000 personas entre delegados de los 194 países participantes y activistas de diferentes organizaciones ecológicas.

Será este un nuevo esfuerzo para buscar soluciones viables y compromisos ciertos, para tratar de controlar el preocupante proceso de calentamiento global que, tal y como lo hemos señalado en artículos anteriores, de mantener su ritmo actual pondrá en riesgo la supervivencia de la especie humana en las próximas décadas.

Por lo acontecido en las anteriores cumbres, identificadas por algunos como "Cumbres de la Tierra", y en especial por los pocos resultados y casi el fracaso del último encuentro celebrado el año pasado en Copenhague, se estima que la reunión de Cancún tendrá un sesgo más político que ecológico, con una agenda que no exagere en expectativas de logros como sucedió en Copenhague, en donde al menos hubo coincidencias de todos los participantes, incluyendo las naciones en vías de desarrollo, sobre la necesidad de asumir una responsabilidad común para combatir las peligrosas tendencias del cambio climático; siendo el aspecto más controversial, el relativo a las políticas y compromisos planteados para la reducción de las emisiones de gases de efecto invernadero, con el objetivo de limitar en 2C° el ritmo del calentamiento global para 2020, para lo cual se requiere el apoyo de los países industrializados a los menos desarrollados, con aportes por 30.000 millones de dólares.

A raíz de los resultados de Copenhague, los países del Tercer Mundo y en especial el Grupo del Alba, han venido planteando que en Cancún se profundice el análisis de las causas reales del cambio climático que tiene mucho que ver con el modelo económico que ha impulsado la modernidad, con pocas consideraciones sobre el interés planetario. Este grupo de países seguramente va a exigir un mayor compromiso de los gobiernos del mundo industrializado, en lo que se ha denominado el pago de la deuda ecológica referida por primera vez en la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro, en 1992.

El gobierno de Bolivia promovió en abril en Cochabamba, la denominada Conferencia Mundial de los Pueblos sobre el Cambio Climático y los Derechos de la Madre Tierra, con la participación de los presidentes de los países del Alba, otros jefes de estado y delegaciones de más de 140 países. No faltaron en ese encuentro las críticas con sesgo político al mundo industrializado, y en especial a Estados Unidos, por no asumir formalmente los compromisos de cooperación financiera propuestos, a pesar de ser el segundo país mayor productor de emisiones de CO2. Sin embargo, en ese encuentro no hubo ninguna mención al caso de China, país en franco proceso de industrialización y que en 2006 pasó a encabezar la lista de los más contaminadores del planeta, con emisiones de CO2 que representan 22,30% de lo que se genera a escala planetaria.

Por cierto, que en América Latina países como México (1,61%), Brasil (1,26%), Argentina (0,63%) y Venezuela (0,56%), ocupan los lugares 11, 18, 27 y 29 en la escala de la emisiones de gases de efecto invernadero, con los porcentajes indicados entre paréntesis. En el caso de Venezuela, si expresamos esos indicadores en términos per cápita, nuestro país pasa a liderar en la región en la generación de gases invernadero. En relación con Brasil, primer productor de carne del mundo, que es guardián del único pulmón vegetal que le queda al planeta, conviene recordar las severas críticas hechas el año pasado por la organización ecologista Greenpeace al gobierno del presidente Lula por haber permitido la destrucción de vastas áreas de la selva amazónica para impulsar la ganadería de ese país, que es la responsable de la devastación de una de cada 8 hectáreas de los bosques que se deforestan en el mundo, contribuyendo a incrementar las emanaciones del CO2.

Los organizadores de la Cumbre de Cancún pretenden mantener la conferencia a escala ministerial para evitar los desencuentros que se presentaron en Copenhague con la asistencia al final de varios jefes de Estado. En este nuevo encuentro va a ser difícil, sin embargo, impedir que participen presidentes como los de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Brasil. Por estas razones y por lo controversial de los temas a tratar, no hay dudas que esta será una cumbre crítica para un planeta que continúa su inexorable calentamiento con catastróficas consecuencias, cada vez más frecuentes.

Esta columna fue publicada en El Mundo.com.ve