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Guerra tibia en Los Andes
Vie, 13/08/2010 - 11:01

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Anunció que movilizaría diez brigadas a la frontera con Colombia tras el ataque de sus fuerzas armadas a una base de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) en el Ecuador: hasta donde se sabe, eso jamás ocurrió. Luego anunció que estaba dispuesto a enviar tropas para reponer a Manuel Zelaya en la presidencia de Honduras, envío que jamás sucedió. Desde que Estados Unidos y Colombia suscribieron un acuerdo de seguridad venía anunciando que “soplan vientos de guerra” en la región. Ahora propone sacar la palabra guerra del diccionario regional. ¿Cuándo se darán cuenta sus detractores, de que la flamígera labia del presidente Hugo Chávez debe tomarse con beneficio de inventario?

Por ejemplo, cuando se revisan las hipótesis de conflicto que baraja el gobierno venezolano, la más socorrida sugiere la posibilidad de un ataque aeronaval de los Estados Unidos contra su país. ¿Cuál sería el propósito de tamaña agresión? Presuntamente, apoderarse del petróleo de Venezuela. Un recurso que constituye el único producto de exportación que le queda a la economía venezolana, y dos tercios del cual se exportan a… ¡los Estados Unidos!

A su vez, parte de las utilidades que la empresa estatal Petróleos de Venezuela obtiene a través de ese comercio se destina a inversiones en refinerías y estaciones de servicio de los Estados Unidos, las cuales procesan ese petróleo y distribuyen sus derivados en el mercado de ese país. ¿Por qué, entonces, los Estados Unidos habrían de invadir Venezuela para apoderarse de un producto que ya obtienen de ese país por vía comercial?

Tal vez la fuente del error consista en suponer que el discurso de Chávez tiene como audiencia privilegiada a los gobiernos de América Latina, cuando lo más probable es que sea un discurso para consumo interno y, si acaso, de los sectores de opinión pública en la región que podrían encontrarlo persuasivo. Porque, en la mejor tradición populista, el discurso de Chávez busca polarizar la política regional entre los “cachorros del imperio” (sic) y los patriotas que quieren una Latinoamérica unida e independiente. Y, en la mejor tradición cubana, jamás tiene que dar explicaciones sobre los desaguisados de su gobierno porque, gracias a Dios, para eso está el imperialismo yanqui.

El primer mandatario que empleó el símil de la Guerra Fría para referirse al status quo en la región andina fue Alan García. Lo hizo durante una visita a los Estados Unidos, con el fin de conseguir la ratificación por el Congreso de ese país del TLC suscrito entre ambos gobiernos. Luego de la crisis entre Colombia, Ecuador y Venezuela del 2008, volvió a emplear la analogía, pero esta vez no fue el único. Aunque es altamente improbable, sin embargo, que la crisis andina provea un “casus belli” digno de consideración.

Colombia y Venezuela, por ejemplo, mantienen desde hace décadas un diferendo limítrofe que no han intentado resolver mediante el uso de la fuerza. Además, el tipo de adquisiciones militares que realizan ambos países no sugiere que se tengan el uno al otro en la línea de mira. El Estado colombiano, por ejemplo, tiene una de las mejores y más grandes flotas de helicópteros de Sudamérica. Es decir, precisamente el equipamiento adecuado para combatir el tipo de guerra contra-insurgente en la que está involucrado. Algunas adquisiciones militares de Venezuela sugieren que toma relativamente en serio la inverosímil hipótesis de un conflicto aeronaval con los Estados Unidos, antes mencionado. Otras podrían llevar a especular sobre la eventual creación de una guardia pretoriana, más preocupada de proteger al régimen que al Estado. En conjunto, sin embargo, no parecen sugerir una hipótesis de conflicto con alguno de sus vecinos.

Por eso, para un oído aguzado, los presuntos tambores de guerra que Hugo Chávez suele batir de cuando en cuando, se revelan como lo que realmente son: una comparsa caribeña.

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