Pasar al contenido principal

ES / EN

China 2025
Lun, 08/07/2019 - 10:09

David Pérez

El rol de China en las finanzas del desarrollo
David Pérez

David Pérez es negociador internacional de la Universidad EAFIT (Medellín, Colombia), especializado en diplomacia comercial y estrategias de acceso a mercados. Ha vivido en China por cuatro años, liderando diferentes proyectos de internacionalización de empresas extranjeras, cooperación internacional y establecimiento de cadenas globales de suministro. Es columnista en Portafolio, principal diario económico en Colombia y ha sido panelista en diferentes foros económicos relacionados con Asia y mercados emergentes.

Se cumplen cuatro años desde que China dio a conocer su plan Made in China 2025 (MIC25). Plan encaminado a convertir al país en una súper potencia tecnológica, de valor agregado y líder en industrias específicas, relevantes para su economía interna, política exterior y competitividad global. El plan podría asemejarse a lo realizado por Japón, Corea del Sur, Singapur y Taiwán. Sin embargo, son épocas diferentes y en contextos más avanzados.

China, a diferencia de estos países, cuenta con una gran población digitalizada, lo cual se convierte en un generador de información (data) que permite evolucionar en ciertas industrias de forma más rápida y y competitiva. Adicionalmente, la población estudiantil es mayor y la oferta de ingenieros especializados en nuevas tecnologías será mayor que la disponible en aquellos países durante su transformación industrial.

MIC25 gira en torno a diez industrias principales en las cuales China está enfocando esfuerzos para un liderazgo global. Estas incluyen aviación y equipos espaciales, ingeniería marítima, nuevas tecnologías IT, robótica, trenes de alta velocidad, vehículos eléctricos, tecnología agrícola, nuevas energías, biomedicina y nuevos materiales. El plan de tiempos es que a 2025 tenga una producción extensa en estas industrias; en 2035 ser una potencial global y a 2049 convertirse en líder mundial.

Beijing, bajo el liderazgo de Xi Jinping, ha estado enfocando esfuerzos en un crecimiento saludable y duradero. China necesita una transformación industrial que le permita mantener su competitividad global e igualmente que su economía interna evolucione. En 2018, China destinó el 2,2% de su PIB a Investigación y Desarrollo, sumando un total de US$300 billones. Esta cifra supera por primera vez el presupuesto de la Unión Europea en Investigación y Desarrollo que, en 2018, fue del 2,1%.

Los componentes diferenciadores en China para esta transformación son: población, rol del Estado, la empresa privada y su capacidad de inversión. Una población digitalizada permite a China ser un generador de data relevante para avances en Inteligencia Artificial, Machine Learning, pagos digitales y herramientas de seguridad como el escáner de reconocimiento facial. La muestra es mucho mayor que en cualquier otro país, seguido por India.

El rol del Estado es clave igualmente en la generación de información, recordando que el gobierno, a través de las empresas estatales, cubre aviación, trenes de alta velocidad y parte del sector bancario. Adicionalmente, su capacidad de subsidiar y crear incentivos financieros para determinadas regiones e industrias, permite a la empresa privada construir e innovar de forma liviana y ágil. Por último, y no menos importante, el rol de la empresa privada: Alibaba, Tencent, Didi y otras de gran relevancia se convierten en los ejecutores de estas innovaciones; su interacción y cubrimiento comercial juegan un papel clave en plan a 2025.

Sin embargo, Beijing aún tiene grandes retos en el camino a su meta. Siendo el principal, su alta dependencia en tecnologías extranjeras en chips, semiconductores e investigación. Para entender este punto, un ejemplo es el liderazgo de China en materia de vehículos eléctricos que está apalancado por el tamaño de su parque automotor. O la importancia que el gobierno le ha brindado y la competitividad en la fabricación de baterías. Pero con una dependencia fundamental en la base tecnológica de componentes extranjeros que el país aún no fabrica de forma eficiente. Esta debilidad se ha hecho más notoria en el último año con las tensiones y limitaciones en materia comercial con Estados Unidos.

Para concluir, la agenda internacional en materia tecnológica se está reacomodando con este rol de China. Alemania, Francia, Estados Unidos y Japón, vienen incrementando sus esfuerzos en mantener el ritmo que China ha puesto y asegurándose de mantener su competitividad en la nueva revolución industrial.

Autores