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¿En la migración internacional nadie debería ser ilegal?
Mar, 07/06/2016 - 09:32

Fernando Chávez

Los saldos económicos de la guerra mexicana contra el poder narco
Fernando Chávez

Fernando Chávez es economista y docente de la Universidad Autónoma Metropolitana de México (UAM). Actualmente es coordinador del sitio de divulgación económica El Observatorio Económico de México. Su línea de investigación abarca remesas y migración, política monetaria, banca central, federalismo fiscal y macroeconomía. Desde 1984 se desempeña en el ámbito editorial como autor y coordinador de publicaciones, boletines, revistas y secciones de periódicos.

Voy a escribir ahora sobre algo que todos los latinoamericanos, los europeos, los norteamericanos, los asiáticos y los africanos sabemos, imaginamos o intuimos. La migración humana internacional en el mundo no sólo se ha acelerado: se ha vuelto muy visible, mediática, intensa, dolorosa y alarmante desde diferentes ópticas sociales y éticas. El niño sirio de tres años, Aylan Kurdi, cuyo pequeño y entrañable cadáver yacía en septiembre de 2015 en una costa turca es y será por muchos años el símbolo trágico de la migración internacional sin destino confiable. 

México es un país de migrantes hacia el exterior: alrededor de treinta y tres millones de mexicanos y de origen mexicano están presentes en los Estados Unidos de América, como un tercio de la última población censada en nuestro país (más o menos). Cifra desafiante por cualquier lado que se le vea, para ellos y para nosotros. El flujo migratorio al “otro lado” comenzó a ser significativo durante los años duros de la Revolución Mexicana (1910-1920); la Gran Depresión del los años treinta se llevó a miles y miles cada año; la Segunda Guerra Mundial jaló a EUA legalmente a otros miles más: la mano de obra mexicana fue indispensable para darle vigor a la maquinaria industrial y agrícola norteamericana; el “error de diciembre” de 1994 provocó una nueva diáspora mexicana: se fueron no sólo los de siempre (campesinos pobres, artesanos sin futuro, obreros desempleados), sino que también se fueron núcleos de clase media (profesional asalariada y ex propietarios). Hasta aquí un listado incompleto de causales de las grandes migraciones mexicanas a EUA. 

La migración interna también existe, pero parece que está menos a la vista que la externa. Del sureste hacia el noreste y noroeste, sobre todo. Oaxaca, Chiapas, Guerrero expulsan fuerza de trabajo que va rumbo a Sinaloa, Chihuahua y Sonora. Los campos de frutas y verduras y la agroindustria requieren de su concurso. En condiciones brutales e inhumanas laboran para sobrevivir estos contingentes campesinos trashumantes. Y sus luchas contra esta adversidad intolerable es el corolario natural y necesario de su condición humana degradada y humillada. No hay una pisca de exageración en esta apreciación. Los datos duros que describen su realidad laboral son más que elocuentes.

La migración externa e interna genera remesas considerables por su gran valor monetario. Estas transferencias familiares -externas e internas- le dan un formidable entorno económico y bancario a las regiones, entidades, ciudades, pueblos y rancherías receptoras. Obviamente las remesas que vienen de EUA son mucho mayores y por lo mismo tiene un impacto social de mayor envergadura que las remesas internas. El mercado laboral mexicano en las ciudades de Chicago, Los Ángeles, Nueva York, Denver, Kansas, etcétera, corre en paralelo con su par interno, pero con otras envolturas jurídicas y culturales. Su resultado reciente, el más destacable ahora, es el dinamismo del mercado interno mexicano que ha estado apuntalado de modo significativo por el flujo mensual de remesas en dólares: con una depreciación significativa del peso en los últimos doce meses, esos dólares convertidos a pesos, han multiplicado bastante el poder adquisitivo de las familias receptoras. Según datos recientes de los especialistas del CEMLA, solamente los migrantes en EUA envían en promedio el 10% de sus ingresos ganados arduamente. El porcentaje es modesto, cierto, pero de gran impacto económico y financiero por acá.

Pero ahora estamos viendo en muchas calles de México el flujo migratorio de paso que viene de Centroamérica y del Caribe rumbo a Estados Unidos. En muchos sitios del país, sobre todo en los que están en las rutas hacia la Tierra Prometida, se ven individuos o grupos de hombres y mujeres y niños. Igual que los mexicanos migrantes, también huyen de la pobreza, el desempleo, la falta de oportunidades, la represión política y la exclusión social. Andan esquivando la desesperanza.  Se les ve en muchas esquinas de las grandes ciudades mexicanas pidiendo apoyo. Y sabemos quiénes son y adivinamos de dónde vienen y adónde quieren ir. Muchos de ellos y ellas son negros, mulatos y mestizos jóvenes, altos y con coraje para seguir adelante en su marcha. A veces se le ve en pareja, donde él o ella cargan en brazos a su bebé. No hay que ser muy perspicaz para saber los riesgos que correrán: los abusos policiales, el acoso del crimen organizado, las enfermedades, los accidentes y tantas desdichas más.  Su vulnerabilidad está a la vista.

Las historias de migrantes son infinitas. Hay exitosas y fallidas, cada vez más de éstas últimas, sin duda. No hay búsquedas de nuevos horizontes sin incertidumbre, sin ansiedad. El camino que ellos recorren es por naturaleza hostil y peligroso. Sin embargo, y esto quiero destacar enfáticamente, hay sorpresas agradables, no muchas, pero que sí alientan o ayudan a recuperar la confianza humana.

Se trata de “Las Patronas”, humildes mujeres mexicanas solidarias que tienen tiempo y corazón para darles algo a los migrantes centroamericanos que van subidos a “La Bestia”, tren de carga que los acerca, eso dicen, a la Tierra Prometida. Ellas son de la comunidad “La Patrona”, pueblo del municipio Amatlán de los Reyes, Veracruz, que desde hace 21 años dan alimentos y auxilios a esos migrantes en su paso por esas tierras. Lo que ellas hacen en las vías del tren es lanzar víveres a los migrantes. Y ahora le doy todas las palabras a la indispensable Wikipedia:

“En 2011 en Xalapa, Veracruz, se organizó una jornada de solidaridad artístico-cultural llamada Va por Las Patronas. Durante esta acción se pidió a la población que donara alimentos no perecederos y ropa en buen estado. El grupo que organizó el evento tuvo apoyo de personalidades como Elena Poniatowska, Damián Alcázar y Jesusa Rodríguez. Durante esta jornada se recaudaron 6 toneladas de alimentos. El 2 de junio de 2012 se organizó una segunda jornada también en Xalapa, Veracruz organizada en esta ocasión por la comunidad de jazz donde se logró reunir una carga de aproximadamente tonelada y media de donaciones entre ropa y comida.

En septiembre de 2012 se inició también una campaña de apoyo en Puebla con una serie de exposiciones fotográficas, mesas de diálogo y proyección de documentales donde además se recolectaban víveres, medicamentos y dinero, con el fin de garantizar el trabajo de Las Patronas por al menos un año.

El 8 de marzo de 2016 participaron en Santiago de Compostela, España en el ciclo de conferencias "Ninguna persona es ilegal". Su trayectoria en la asistencia y defensa de derechos de las y los migrantes les ha merecido reconocimientos varios, tales como el Premio Nacional de Derechos Humanos 2013. En agosto de 2015 fueron nominadas al Premio Princesa de Asturias de la Concordia, después de la campaña en change.org que logró reunir más de 50 mil firmas de apoyo”.

Hay mucho que reconocerle y agradecerle a estas señoras. Hay mucho que hacer para reconocernos como especie humana. Hay mucho que hacer por delante en este tema. Y las trincheras de lucha para estar al lado de los migrantes son muchas. Hay que hacer de la Tierra un destino confiable para todos: esa es la nueva utopía.