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Gracias, jóvenes, por decirnos que la violencia de las armas no es normal
Lun, 26/03/2018 - 08:36

Michael Knigge

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Michael Knigge

Michael Knigge es periodista de Deutsche Welle.

El pasado verano, justo después de mudarme desde Alemania a Washington DC con mi familia para trabajar como corresponsal en esta ciudad, acudimos a un concesionario de autos para adquirir un vehículo. Cuando escogimos uno, el personal nos solicitó amablemente que esperáramos mientras reunían la documentación necesaria. En ese momento, un hombre con un revólver enfundado en una cartuchera entró en el local. Mi esposa y yo quedamos asombrados al ver una persona abiertamente armada paseándose por un concesionario de autos un sábado por la tarde en un local de las afueras de Washington. Tratamos de fingir normalidad y ausencia de miedo para no atraer su atención sobre nosotros.

Los otros clientes también se fijaron en la presencia de este hombre, pero, al igual que nosotros, hicieron como si no sucediera nada extraordinario. Sin embargo, nuestro hijo de 10 años no pudo fingir. El pequeño no dejaba de mirar fijamente al hombre y señalar repetidamente con el dedo que había un hombre armado a unos pocos pasos de nosotros, diciendo que aquello no era normal. Le dijimos con calma que tenía razón, pero también le pedimos que dejara de mirar al hombre, cuyo ceño fruncido dejaba claro que no le gustaba la atención que despertaba en nuestro hijo.  

Cuando finalmente volvió el vendedor con la documentación, le comentamos  en voz baja que había un hombre con un arma en el local. Reaccionó suspirando y mascullando que ya lo sabía y lo lamentaba, porque ahuyentaba a los demás clientes, pero no podía hacerse nada, ya que Virginia es un estado de los llamados "Open Carry”, es decir, que se pueden llevar armas en público libremente.

Menos de cuatro meses después, formé parte de la masiva cobertura mediática que informó desde Sutherland Springs, una desolada aldea texana, de un tiroteo masivo en una iglesia que concluyó con un saldo de 26 víctimas mortales. Aparte de actualizar los daños causados por el atacante y especular sobre sus motivos, había realmente poco sobre lo que informar. Lo que me sorprendió fue la intensa sensación de entumecimiento emocional que parecía emanar allí todo el mundo. Los habitantes del local estaban conmocionados y tristes, pero cuando les preguntaba al respecto, casi al unísono decían que no podía hacerse nada. Así son las cosas. 

Mejor protegidos de la nieve que de las balas

Hace unos días, las escuelas de Washington cerraron debido a la nieve, ya que las condiciones del asfalto eran demasiado peligrosas para el transporte escolar. Los niños podrían resultar heridos. La nieve caída parecía en muchos lugares una especie de capa de polvo. En Alemania, las escuelas nunca habrían cerrado por ese motivo. La medida puede resultar excesivamente cautelosa, pero es una política que tiene sentido y que, en última instancia, tiene como fin salvar vidas. Como afirma el dicho, "es mejor prevenir que curar”.

Pero lo que me sorprendió el día de la nevada es que los escolares de EE.UU. parecen estar mejor protegidos de la nieve que de las balas. Así lo demostró el tiroteo en la escuela de Parkland, Florida. Pero, en lugar de atribuir al fácil acceso a las armas como causa de la violencia, sencillamente se acepta el hecho de que las escuelas no deben ser un "objetivo fácil” y que hay que evitar futuras masacres teniendo a más personas con más armas.

Tema de debate

Todo esto me trae a la "Marcha de nuestras vidas”, a la que tuve ocasión de asistir ayer (24.03.2018) en Washington. Para ser honesto, yo era escéptico sobre si esto iba a cambiar algo, aunque me impresionó mucho la reacción de los estudiantes de Parkland tras la horrible masacre que sacudió su comunidad. Han convertido la violencia de las armas en un tema de debate de forma lúcida y conmovedora, algo que no se ha hecho nunca antes. Y, aún más importante, no han cejado en su esfuerzo de mantener este tema vivo todos los días. 

Sin embargo, era escéptico porque el influyente grupo de poder de armas Asociación Nacional del Rifle y sus aliados políticos están acostumbrados a esperar a que ceda la ira por la violencia de las armas y después continuar con su misión, que es, en última instancia, convertir Estados Unidos en una sociedad de ciudadanos armados. A juzgar por sus exitosos esfuerzos para expandir las leyes "Open Carry” en muchos estados, han hecho muchos progresos en ese sentido. 

Pero, tras asistir a la "Marcha de nuestras vidas”, soy menos pesimista sobre el control de armas Y no solo porque la multitud que ayer marchó en Washington parecía tener muy clara su estrategia, que consiste en no votar a aquellos políticos que se opongan al control de armas, tal y como entonaron con cánticos a lo largo de la marcha. También porque las miles de personas que ayer se reunieron en todo el país representan un amplio abanico de la sociedad. Familias, escolares de secundaria y universidad, profesionales, jubilados, personas de diferentes razas y de diferentes lugares del país.

Un cambio social

Todos parecían ser conscientes de que la "Marcha por nuestras vidas” no era un fin en sí mismo ni un punto final, sino el inicio de una larga lucha para convertir Estados Unidos en un lugar más seguro. Está por ver si ese esfuerzo tendrá éxito. Pero lo que los jóvenes de Parkland y otros muchachos de todo el país han logrado hasta ahora ya tiene un valor incalculable. Nuestros hijos nos han tomado por los hombros a los llamados adultos y han sacudido nuestra indiferencia y el hastío que nos permiten aceptar como normal algo que no lo es, es decir, el hecho de que la libertad de tener y llevar armas es más importante que la vida de las otras personas. Eso es una forma distorsionada de entender el sentido de la libertad y de la sociedad. Repetir esto una otra vez, alto y claro como sucedió ayer en Washington, es el primer paso para una sociedad mejor. Porque, por supuesto, no es normal que mueran niños por la violencia de las armas en una sociedad civilizada como la estadounidense.

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