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La cumbre del G-20 y su impacto en América Latina
Sáb, 03/07/2010 - 11:33

Moisés Bittán

Al fin del día... un acuerdo entre Colombia y Venezuela
Moisés Bittán

Consultor internacional, Magíster en Ciencias Económicas, presidente de la Cámara de Comercio e Industria Venezolana Peruana (CAVEPERÚ), y presidente de la comisión de Cámaras Binacionales de Fedecámaras.

Hace pocos días concluyó en Toronto la IV cumbre del Grupo de los 20. Líderes de las economías más importantes acordaron una serie de objetivos fiscales de consolidación y medidas para asegurar un crecimiento sólido, sustentable y equilibrado.

De acuerdo con los resultados de esta cumbre, las economías avanzadas se comprometieron a llevar a cabo planes fiscales para reducir en al menos la mitad los déficit para 2013 y estabilizar o reducir las proporciones de deuda-PIB (producto interno bruto) de los gobiernos para 2016, con excepción de Japón,debido a la delicada situación de su deuda externa, por lo que se le permitió establecer su propio plan de consolidación fiscal en el mediano plazo. En cuanto a los países con un déficit fiscal avanzado, éstos deben impulsar el ahorro y presupuestos equilibrados en sus finanzas públicas consolidadas.

El objetivo fundamental de estas medidas es proteger y fortalecer la recuperación económica, establecer la base para un crecimiento sólido, sustentable y equilibrado, y consolidar los sistemas financieros en contra de riesgos de una crisis generalizada en los escenarios financieros mundiales.

Participación latinoamericana. Los países latinoamericanos vieron respaldadas sus tesis en la cumbre del G-20 en favor de un mayor control del sistema financiero, para solucionar una crisis que fue generada por otros países, pero a la cual son muy vulnerables también.

Los países emergentes latinoamericanos que forman parte de este grupo -Argentina, Brasil y México- acogieron con satisfacción el contenido del acuerdo suscrito por los jefes de Estado y de gobierno, que reconoce explícitamente la necesidad de combatir el proteccionismo y los exacerbados déficit de los países industrializados, como uno de los elementos clave de la recuperación global.

Los líderes políticos estuvieron de acuerdo en la necesidad de regular el sistema financiero para impulsar el sector productivo en menoscabo de la especulación financiera; asimismo, se comprendió la necesidad de finalizar la Ronda de Doha para la liberalización comercial, que permitará terminar con el proteccionismo, sobre todo en el sector agrícola.

Igualmente, se destacó la importancia de que se publique una lista con los países que no cumplen las reglas de transparencia de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) sobre lavado de dinero y evasión fiscal.

Los objetivos del milenio. La Declaración del Milenio fue aprobada por 189 países y firmada por 147 jefes de Estado y de gobierno en la Cumbre del Milenio de las Naciones Unidas, celebrada en septiembre de 2000. Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, son ocho ambiciosas metas que se intenta alcanzar para 2015.

Los objetivos propuestos son: 1 Erradicar la pobreza extrema y el hambre; 2 lograr la enseñanza primaria universal; 3 promover la igualdad entre los géneros y la autonomía de la mujer; 4 reducir la mortalidad infantil; 5 mejorar la salud materna; 6 combatir el VIH/Sida, el paludismo y otras enfermedades; 7 garantizar la sostenibilidad del medio ambiente, y 8 fomentar una asociación mundial para el desarrollo.

Políticas erradas. Ningún país ni región se está escapando de la actual crisis mundial. Los países en desarrollo, que ya estaban muy afectados por las sucesivas crisis alimentaria, energética y del cambio climático, están acusando fuertemente los efectos de la crisis financiera y la fase descendente del ciclo económico. Existe el riesgo de que no se alcancen los Objetivos de Desarrollo del Milenio y de que se pierda lo conseguido en la última década.

En vista de los descalabros en la economía mundial, que se ha manifestado desde finales del segundo semestre de 2008, es muy difícil alcanzar las metas fijadas para combatir la pobreza.

El factor explicativo de dicha inviabilidad radica en la aplicación del modelo económico inequitativo aún vigente: las directrices económicas erradas generan, de manera inevitable, desigualdades que se traducen en la concentración desmedida de la riqueza en pocos agentes y en el empobrecimiento de los sectores mayoritarios de la población, o bien en el agravamiento de su pobreza.

Ante la evidente inoperancia de la actual arquitectura financiera mundial, sería deseable que los dirigentes tomaran conciencia de que con una política económica centrada no en las necesidades del capital sino de las personas, es posible reducir e incluso erradicar en varias décadas la pobreza. Sin embargo, como pudo apreciarse en la cumbre de Toronto, la voluntad política existente es insuficiente para atender las raíces del problema: sustituir la especulación por mayor control y la inclusión de las economías menos favorecidas en la creación de la riqueza mundial.

Trabajo en conjunto. En estos tiempos de cuestionamiento a los modelos de propiedad y a los medios de producción, que genera mucha incertidumbre en los actores económicos, existe la tentación de erguir nuestro desarrollo en un modelo basado en la autarquía con países afines ideológicamente.

Ello sería un error histórico. En esta era de interdependencia, nuestro futuro, nuestros valores, nuestra seguridad y nuestra prosperidad están vinculadas estrechamente a cómo participemos en el concierto de las naciones en general y con nuestros socios tradicionales estratégicos en particular.

La recuperación de los países avanzados impulsará la recuperación a escala mundial y, a su vez, el crecimiento de los países en desarrollo -como Venezuela- lo que permitirá la creación de empleos, crecimiento y prosperidad.

Todo esto será posible en la medida en que los venezolanos seamos capaces de potenciar nuestras ventajas competitivas en lo interno y en lo externo.

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