Pescadores chilenos vuelven a lanzar sus redes a un año del terremoto
Santiago. Lorenzo no lloró hasta la mañana siguiente. No tuvo tiempo: apenas terminó de sacudirse el suelo la madrugada del 27 de febrero, subió a su camioneta y bajó de los cerros hacia la localidad de Tirúa, a avisarle a la gente que el mar se iba a salir.
Manejando por el pueblo a oscuras, Lorenzo hizo más de veinte viajes, acarreando gente hacia una distancia segura. Durante el último, podía ver cómo las olas del tsunami lo perseguían por el espejo retrovisor.