En Brasil hay 25 millones de peces. No en el Amazonas ni en sus costas, sino en sus casas. Y tienen que comer. Lo mismo que millones de perros, gatos, pájaros y roedores que giran y giran en sus jaulas. Más allá de la ironía que pueda caber en el hecho de que, para alimentarlos, deba deforestarse bosques y desviar ríos, se trata de una gran fuente de trabajo y ha convertido a Brasil en el segundo mayor mercado de alimentos para mascotas por ingresos, ya que está empatado con Japón, que tiene menor población, pero un ingreso per cápita mucho mayor.