Generación dorada
La bolsa de plástico blanca, pero de blanco barato, es nueva. Sobresalen dos zapatos negros en cuyo interior una carne marrón clara se muestra húmeda. La nariz de quien observa alerta que se trata de una vida ya sin vida. Son calamares liberados del hielo que congeló su putrefacción, aunque no su muerte, al ser extirpados del Atlántico Sur. Si no fuera por el hedor en cuestión y el cono de luz que lo ampara en el recinto de sombras, se podría no reparar en “Autorretrato sobre mi muerte”. Peor, tropezar y quejarse luego de cómo alguien deja tirada sobre el piso tal cosa.





